La irresponsabilidad de la vacas
Mi historia, amigos míos, es una de esas que hay que escuchar hasta al final. Sé que, si no terminan lo que han empezado, los veré hablando mal de mí en cualquier esquina. Nací como nace mucha gente en el mundo, inesperadamente. Mi madre era una niña cuando me tuvo, se casó con mi padre por insistencias de mi abuelo, que le decía que debía casarse con un hombre de bienes y así lo hizo. Mi madre, en su inocencia, se casó con un hombre que tenía todos los bienes juntos: era bien alcohólico, bien mujeriego, bien ambicioso, bien abusivo, bien patriarcal, bien arcaico y bien católico; en otras palabras, un combo completo 15 años mayor. Por suerte entre todos los bienes de mi padre, mi madre, encontró el preciado bien de la riqueza. Mi padre era dueño de unos terrenos que tenían su límite en la cerca que los dividía de la vaquería de don Juan. Allí fui criada yo, no en el campo, en la vaquería. Fue así porque mi madre, algunas veces, tenía q