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Al final, llegamos tarde / At the end, we're late.

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English Salimos temprano para sobrellevar el calor de cada día, porque las mañanas pesan, como pesan los ánimos de salir adelante. Nos subimos al carro, entramos al expreso, a esa calle construida para avanzar de un lado a otro, diseñada para cobrarte cada vez que transitas por ella. Allí estábamos, atrapados en el tapón de cada mañana, junto a otra gente “ataponada”, ensimismada, gente que trataba subsistir entre el egoísmo compartido de quien entra primero al carril. Nadie cede el paso, todos quieren ser los primeros. Nosotros estamos en fila, enfilados en la espera de la ansiedad que comienza a sentirse en el carro. Los niños juegan en el sillón de atrás, golpean mi espaldar, los regaño. La copiloto me mira, sé que piensa que estoy siendo duro con los niños, pero no es así. Vamos tarde para llegar a la escuela y no es culpa nuestra. Intento dejar mi mente en blanco entre el rechinar de las bocinas, pero en el retrovisor veo que se acerca un camión. Acelero un poco, hay un au

"Real movie"

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Yo, cuando salió el sol, estaba desnudo frente al espejo. ¡Qué esperpento! Lo que veía era una línea delgada que dividía el espejo a la mitad. Dos tetillas pequeñas, un mechón de pelo cayendo sobre mi nariz y bueno otras cosas colgantes. No sé cómo asumí mi realidad aquella mañana. Con la ropa puesta no me veo tan mal, básicamente es como ver la ropa colgada de la percha. Desayuné rápido esa mañana, fue un desayuno de segundo año de universidad, par de cosas que no hacen juego con la salud. Me tragué todo, mis amigos llegaron temprano y empezaron a sonar la bocina a todo dar. Todos los vecinos se despertaron y empezaron a gritar y salieron hasta con bates para dar golpizas. Yo cerré la puerta de la entrada, bajé corriendo las escaleras y me subí al carro, dejándole a los vecinos un sabor a goma quemada en la calle. Eso salió como en las películas, una huida exitosa. Goy iba con su novia Nati, conducía como un loco. Yo estaba asustado, confiaba en mi amigo, pero esa forma de c

Microcuentos del diferente

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English La mano Su madre solía decirle que los dedos de una mano no son todos iguales, eso para que entendiera que todos somos diferentes, aunque vengamos del mismo lugar. Sin embargo, cuando su dedo de en medio comenzó a crecer exageradamente, lo único que la gente veía en él, era la diferencia. Tortuoso talento Pudo hacer miles de cosas, tenía todo tipo de habilidades. La mejor de ellas, caminar de cabeza sosteniendo todo su cuerpo sobre sus manos. Cuando no supo qué hacer con toda ella, incursionó al circo, donde pasó toda su vida caminando sobre sus manos. Todos Todos menos él. Todos menos ella. Y entre ellos, tampoco se conocen. La cancha/el estadio/ la pista/ la piscina Él sentado en el banco, mientras los demás juegan. El retrato Lo veía cada día en la escuela, en los entrenamientos, en las duchas…. Ahí era donde mejor podía admirar el esplendor de los dioses griegos, las contracturas de un hombre puestas en su sitio. Él era semejante, p

Acompañarse / Be with you

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English Él se sentaba en un muro que tenía vista al mar. Desde allí se veía la gente remontando las olas, a los niños construyendo castillos de arena y a los cangrejos caminando al mar. Él contemplaba todo eso, le entraba la luz a los ojos y todo se convertía en un sueño. Él amaba las puestas de sol. Mientras él miraba hacia el mar, sus amigos y conocidos lo observaban. Por alguna razón sentían lástima al verlo tan solo durante las horas del atardecer. En vista de que ellos se sentían tristes al verlo solo, se organizaron para hacerle compañía cada tarde. Él apreció la compañía, así se los hizo saber, le contó lo que veía, el sueño que le llegaba con la vida misma. Le contó a todos lo mucho que le gustaba el atardecer. Ellos, comenzaron a ver lo que él veía, de la misma forma. Las tardes siguientes, los amigos se encontraron solos mirando la playa, él no estaba allí. Entonces, ellos se sintieron solos, ya no podían ver las maravillas que tenían enfrente, él se había llevado con

Dos

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Pasaje intermedio El viaje era largo y arriesgado, una moneda tirada a un pozo, en la espera de escucharla entrar en el agua. Revisaba sus bolsillos, una y otra vez, deseaba no haber olvidado algo. Cruzada la frontera debía olvidarlo todo, aquel era un exilio desde la raíz, entonces recordó. Una lágrima polvorienta rodó sobre los límites de su rostro, se agarró el pecho. Allí estaba, por fortuna sintió el ritmo del latir. Por desgracia, el resto de la música se le había quedado al otro lado de la muralla. Es lo mejor, se repetía, mientras comenzaba a usar los zapatos olvidados por otro. La epidemia Sin saber cuándo empezó, todos lo sufrimos. Es un dolor nauseabundo el que sientes en las manos al meterlas en los bolsillos, están ahí, estrangulando tus manos desde adentro de la tela.   Sabes que la epidemia está afuera, arriba, sobre todas las cosas, como dioses a los que hay que venerar por las migajas de nuestro bienestar. Te sientes abusado, utilizado, marioneta, peón