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Microcuentos animalescos

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Caricias           Al caballo se le acaricia antes de montarlo. Libertad El pez flota en la bolsa llena de agua, hasta que le quitan el plástico, e irónicamente, lo liberan en la pecera. Gallinita ciega           Estaban preocupados , no sabían si sería una ofensa ponerle la venda al niño que golpeaba el piso con un palo. Un, dos, tres, pescao’           Los atraparon en la estafa. Puerto Rico 15/07/ 2019. Si no se mueven, se salen con la suya. Caballito de palo           Escogemos cabalgar en caballos de palo para luego quejarnos de que nos duelen las nalgas. Mascota           Tenemos un perro pastor, que le predica a los gatos, sobre el dios de los perros. La rueda Mi hermano tiene un hámster que suele pasar el día dando vueltas en una rueda, me recuerda a tanta gente. Cotorra           Dirán de los hijos, si hasta la cotorra solo dice malas palabras. Volar alto, volar lejos           Cuando queremos, mutilam

Microcuentos versados

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Mirada Una mirada enjaulada en el aire, deseando escapar, sin percatarse de que es libre. Sonrisa Unos dientes sosteniendo la bóveda de paladar, el cielo de la boca y el azufre de las palabras. Cielo e infierno           Los llevamos dentro y lo sabemos dependiendo del calor de las palabras. Nudos   Son los brazos cruzados cuando necesito el abrazo que no me das. Amor   Desde que se fue al extranjero solía enviarle todo envuelto en papel burbuja, porque el amor es frágil y porque me gusta explotar las burbujas. Puños           Tengo los puños apretados, a la espera de una lucha que no llega. Carta leída           Me dijo que tenía una mano abierta para tomar la mía y entrelazar mis dedos, pero olvidé que tenía dos. Vivir perdido Si me perdiese en tu mirada, no buscaría el camino de regreso. Indiferencia Creo que fui muy cruel al hacerle lo que le hice, desde nuestro rompimiento, siempre lleva consigo su acta de nacimiento

Microcuentos quejosos

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Hogar           - En casa si no limpio los platos, nadie los limpia.           DOS SEMANA MAS TARDE.           - ¿Quién limpió lo platos? No importa, igual nadie los limpia como los limpio yo. Terapia           -Lo que pasa doctor es que este caballero a mí no me hace caso, yo hablo y es como hablar con las paredes, así que hablo y hablo y hablo…           -Pero mi amor.           -No me interrumpas… y hablo y hablo, para nada. Burdel           Cuando lo vio llegar lo enfrentó, llevaba unos días quejándose de un picor que no tenía. ¡Guau!           Quería comprarse un perro que fuera mudo. La cosa es quejarse Cada tarde se quejaba con su mujer del trabajo que tenía. Aquella tarde se quejaba porque lo habían despedido. Ironía             No le gustaba lo que veía en el espejo y lo mejor que supo hacer fue taparlo con una sábana negra. Ojos que no ven Estaba tan decidido a ser feliz que invirtió todo su dinero en soluciones

La última vez que nos vieron

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                                         Quién lo miraba a los ojos rompía en llanto. Baltazar se había ido a vivir alejado de todo, lo conocían como el ermitaño de aquel pequeño trozo de tierra conocido como Ricotón del mar, que era más o menos una provincia sembrada en medio del agua, con sal por las cuatro esquinas. Como mucho había unos 40 habitantes, de los cuales la mitad eran marineros y la otra mitad ejercían algún oficio básico.   Raúl Jiménez, por ejemplo, era un doctor mediocre que se encargaba de recetar pastillas a cualquier paciente que sintiera cualquier tipo de dolor. Allí los corazones rotos y el dolor de espalda se curaban con la misma píldora, un relájate muscular o un ansiolítico o algo que causara adicción.   Por consiguiente, el gran negocio de aquella isla era la farmacia, una farmacia enorme que se extendía por gran parte del territorio.   La farmacia era una de estas farmacias modernas que tienen de todo, desde pastillas hasta comida para perro. Era

Microcuentos de doble filo

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English Vuelo           Practicaba su vuelo en un pasillo de tijeras. Filoso           Me preguntaron una vez ¿Cuál es el objeto más filoso que tú conoces? Algo que se capaz de cortar hasta el amor.   La lengua- respondí. Errata de ojos Querían que él entendiera que estaba cometiendo un error. Por quererlo hacer entrar en razón, se arrancaron los ojos y se los dieron para que viera. “La vida es un carnaval”            Alerta: en los carnavales todos llevan máscaras. Lagañas           Las moiras compartían un solo ojo, y de ninguna eran las lagañas. Primera confesión           He mentido al decir que mentía. Ponerle las pilas Tenía fama de hacer el amor rápido, como los conejos. Sin embargo, lo que a ella le aquejaba era que el conejo no era Energizer. Cactus           Le nació una flor gigante en la coronilla, pero se hizo famoso por las espinas.

Hoy alguien muere

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La cama se queda vacía, las sábanas estiradas sin miedo a arrugarse. Todo en la casa se queda inmóvil, la taza de café con una mancha de labio en el borde de su boca. La estufa con su flama apagada, con el calor convertido en gas, sin chispa, sin alma, como el viento que arrastra el polvo sobre las cosas que eran tan propias. El olor a viejo comienza a hacerse un hueco en los bolsillos de aquella camisa que se quedó sin guardar, en aquella ropa que se quedó en la percha junto con aquellos problemas tan enormes que no cabían en ninguna parte. Resulta que, cuando se nos va el aire, los problemas se asfixian, se vuelven nada, porque son parásitos, dependen de la importancia que les demos, de la energía que les impongamos, sin nosotros no son nada. La otra gente los olvida, porque nunca importaron, porque en nuestro egocentrismo nos sentíamos enormes y en un momento, el mundo desconoce que existías. ¡Ah! Ya en la empresa hay alguien que hace tu trabajo, que cobra tu sueldo, que viv

Ventisca

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Fue una tarde de ventisca como todas. Aquí siempre hay viento. Por eso las aves se elevan tan rápido. Sin embargo, hay otros que jamás despegan. En los últimos días el viento arrastró hasta aquí un par de alas. Todos se pelearon por usarlas, pero ninguno pudo volar. Una y otra vez los intentos de vuelo fracasaron, algo estaba fallando. Jamás tuve la oportunidad de probar las alas, pensé que tal vez las haría volar. Las había observado a detalle y había llegado a la conclusión de que primero había que tomar vuelo con la corriente de aire. De nada servía dar aletazos como una gallina epiléptica. Con el paso del tiempo las alas quedaron inservibles y tal vez fue por eso que nunca nadie voló a pesar de que nuestras colinas  tienen las mejores corrientes de viento que, de hecho, siempre trae cosas nuevas.