Cuentos Dormidoz

La policía había llegado al lugar de los hechos, una casa vulgar que se hacía a la sombra detrás de la plaza del mercado.   Allí donde se dice   que viven las madres solteras, el mal parido que las preña siempre desaparece antes de los nueve meses. Pero la casa acordonada como la escena del crimen era de un tal Ignacio Pérturbo.   Las vecinas decían que el señor vivía solo, la mayoría coinc i dían en   que él tenía una hija, aunque no la veían desde el día en que murió la madre. Los agentes no pudieron recuperar mucho. Un cuchillo,   utilizado para apuñalar al señor   y u n tablero de ajedrez con todas las fichas caídas, excepto la reina. Bajo su corona había una nota que decía: “jaque mate " . E sas eran las únicas pistas.

                El televisor se veía a cuadros, la recepción siempre es mala cuando uno se dispone a enfrentar la realidad. “Abrochen sus cinturones”   Dijo el hombre con voz de piloto. A mis espaldas, los motores se preparaban para la huida.   Lo más fuerte es el comienzo, la fuerza de gravedad sujeta el avión al suelo evitando que sus alas cubiertas de metal alcen vuelo. Inmóviles, estas cortan el viento a la mitad y e l fuego   que  produce el combustible  es  aliento   que fortalece los escapes. “El despegue es lo más difícil” Decía la señora que viajaba a m i lado, según explicaba, si el avión no despegaba rápido lo que nos deparaba era una muerte segura. “La muerte siempre es segura” fue lo primero y lo último que le dije. “Pueden desabrocharse los cinturones” El avión estaba estable, los teléfonos comenzaron a sonar y la imagen a cuadros del televisor comenz aba a ape star.

En memoria de Félix Miranda Montijo. Su paradero es tan desconocido como su vida. No se ha precisado el día y la hora de la muerte, si es que murió. Se ruega una oración por su alma, porque aparezca, porque no esté muerto. En todo caso, que descanse en paz. Avaricia Por este medio nos solidarizamos con los familiares y allegados. Hacemos vigente su última voluntad: pidió ser enterrada con las manos hacia fuera, como prueba de que lo tuvo todo y no se llevó nada. A los vivos A los que me sobreviven: les ruego  se regocijen en lo que quieran, como siempre lo han hecho. Ya tengo lo que quería, paz. Les pido me dejen disfrutar ahora que   por fin estoy solo. Esperanza  No sabía que ya no estabas entre nosotros. Mis condolencias a todos, y a mí, que viví pensando que estabas perdida. Conformidad Siempre luché por conseguirte, pero nunca fuiste suficiente. ¿Qué hago? Si aún no estoy de acuerdo con tu partida. Corazón La autopsia rev