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Mostrando las entradas de julio, 2018

Mi-crocuentos

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El momento exacto -Si mi vida fuese a ser relatada de alguna forma me gustaría que fuese un microcuento. Serían pocas palabras, tal vez algo confusas… el resto de la historia estaría en la mente del lector, y en ese momento exacto, entenderíamos, que el grueso de una historia no se mide en sus palabras. Momentos Millones de momentos atrás, llegué a la vida. Momentos atrás, pero no tantos, pensaba en cómo decirles esto. Hace muchos momentos, esta vez bastantes, tuve la oportunidad de contar historias, en esos momentos, que ahora son pasado, contaba lo que me venía a la mente, sin propósito alguno. En cambio, ahora, en este momento, escribo con intención, con la intención de que este momento sea nuestro, tuyo y mío. Yo Hablar de mi no es algo que me guste, sin embargo, lo hago en exceso. Durante años he dejado las cosas escondidas a simple vista, para que nadie las vea. En cambio, hoy estoy hablando de mí, de las cosas que hago, como un mago revelando un secreto. Bu

El niño importado

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Ellos sabían de antemano que sería una tarea ardua, más que ardua, mezquina. Tanto así que habían preparado algunos sobornos con anticipación, no tanto por voluntad propia, más bien, fueron sugerencias inocentes que soltaron al aire los abogados. Se enfrentaban a una adopción trans-oceánica, a sacar a un niño del seno de su mundo para traerlo a una tierra hostil. Por supuesto, los padres adoptivos no eran ningunos fulanos, estaban a la altura de los Fonalledas y de hecho los futuros padres también eran dueños de un centro comercial. Desde allá arriba, trepados unos metros más arriba del vértigo, comenzaron los trámites para importar al niño a la isla. La legalidad iba a tomar tiempo, decían los abogados. El niño nació un 23 de julio y sin saberlo ya tenía su primer boleto de avión comprado. Los padres aterrizaron en Taiwan dos días antes del parto, se aseguraron de tener todos los papeles a mano. Cuando nació el niño lo cargaron en brazos, lo arrullaron y aguantaron las ganas d

La paradoja de la teletrasportación

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Se concentró, durante horas miró fijamente a la pared. Él sabía que podía lograrlo, al menos estaba convencido de que sería así. Fue su sueño desde niño, poder trasportarse usando solo su mente. Las horas de intentos se agruparon en días, los días en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Nunca pasó nada, solo el tiempo le pasaba por encima de un lado a otro. Pese a sus largos ratos de concentración no dieron resultado, no tuvo otro remedio que reducir el tiempo de práctica a solo unas horas al día. El tiempo que pasaba sin mirar la pared era grandioso, viajó, conoció personas, se tiró en paracaídas, hizo todo lo que pudo por sentirse vivo…pero el final de cada día era siempre la misma escena: él mirando concentrado hacia una pared. En un momento de frustración, por no lograr su sueño, el amor llegó a su vida. Él no podía creerlo, su vida había tomado un sentido diferente, se sentía feliz, enamorado, elevado a otra dimensión, pero igual, cada noche la mirada concentrada