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Mostrando las entradas de julio, 2019

Arrodillado bajo el sol

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¿Qué mundo hemos creado? Son sus pies descalzos capaces de resistir las brasas de ese infierno que imaginamos tan caliente. El calor del asfalto al medio día lo había preparado para eso, no solo a sus pies, a toda su piel que de por sí ya era negra. Si no fuese por el reflejo de la luz del sol en los carros hubiese sido fácil distinguir si la pena que llevaba metida entre los pliegues de la cara era provocada por la lluvia que lo mantenía vivo por dentro.   De no ser así, debía ser el mismo reflejo de la luz de medio día, que lo hacía fruncir el ceño. Se acercó a mi auto, así fue como pude verlo bien. Bajé el cristal para depositar en su vaso unas monedas que estaban en un hueco de auto. Me percaté de que le faltaban algunos dientes, su sonrisa se hundía entre sus labios, como si por hambre se la comiera. Lo vi alejarse por el espejo retrovisor, metía  sus pies un poco hacia adentro, pero cuando caminaba de prisa no se le notaba.           Moncho, así dijo la señora que t

Microcuentos animalescos

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Caricias           Al caballo se le acaricia antes de montarlo. Libertad El pez flota en la bolsa llena de agua, hasta que le quitan el plástico, e irónicamente, lo liberan en la pecera. Gallinita ciega           Estaban preocupados , no sabían si sería una ofensa ponerle la venda al niño que golpeaba el piso con un palo. Un, dos, tres, pescao’           Los atraparon en la estafa. Puerto Rico 15/07/ 2019. Si no se mueven, se salen con la suya. Caballito de palo           Escogemos cabalgar en caballos de palo para luego quejarnos de que nos duelen las nalgas. Mascota           Tenemos un perro pastor, que le predica a los gatos, sobre el dios de los perros. La rueda Mi hermano tiene un hámster que suele pasar el día dando vueltas en una rueda, me recuerda a tanta gente. Cotorra           Dirán de los hijos, si hasta la cotorra solo dice malas palabras. Volar alto, volar lejos           Cuando queremos, mutilam

Microcuentos versados

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Mirada Una mirada enjaulada en el aire, deseando escapar, sin percatarse de que es libre. Sonrisa Unos dientes sosteniendo la bóveda de paladar, el cielo de la boca y el azufre de las palabras. Cielo e infierno           Los llevamos dentro y lo sabemos dependiendo del calor de las palabras. Nudos   Son los brazos cruzados cuando necesito el abrazo que no me das. Amor   Desde que se fue al extranjero solía enviarle todo envuelto en papel burbuja, porque el amor es frágil y porque me gusta explotar las burbujas. Puños           Tengo los puños apretados, a la espera de una lucha que no llega. Carta leída           Me dijo que tenía una mano abierta para tomar la mía y entrelazar mis dedos, pero olvidé que tenía dos. Vivir perdido Si me perdiese en tu mirada, no buscaría el camino de regreso. Indiferencia Creo que fui muy cruel al hacerle lo que le hice, desde nuestro rompimiento, siempre lleva consigo su acta de nacimiento

Microcuentos quejosos

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Hogar           - En casa si no limpio los platos, nadie los limpia.           DOS SEMANA MAS TARDE.           - ¿Quién limpió lo platos? No importa, igual nadie los limpia como los limpio yo. Terapia           -Lo que pasa doctor es que este caballero a mí no me hace caso, yo hablo y es como hablar con las paredes, así que hablo y hablo y hablo…           -Pero mi amor.           -No me interrumpas… y hablo y hablo, para nada. Burdel           Cuando lo vio llegar lo enfrentó, llevaba unos días quejándose de un picor que no tenía. ¡Guau!           Quería comprarse un perro que fuera mudo. La cosa es quejarse Cada tarde se quejaba con su mujer del trabajo que tenía. Aquella tarde se quejaba porque lo habían despedido. Ironía             No le gustaba lo que veía en el espejo y lo mejor que supo hacer fue taparlo con una sábana negra. Ojos que no ven Estaba tan decidido a ser feliz que invirtió todo su dinero en soluciones

La última vez que nos vieron

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                                         Quién lo miraba a los ojos rompía en llanto. Baltazar se había ido a vivir alejado de todo, lo conocían como el ermitaño de aquel pequeño trozo de tierra conocido como Ricotón del mar, que era más o menos una provincia sembrada en medio del agua, con sal por las cuatro esquinas. Como mucho había unos 40 habitantes, de los cuales la mitad eran marineros y la otra mitad ejercían algún oficio básico.   Raúl Jiménez, por ejemplo, era un doctor mediocre que se encargaba de recetar pastillas a cualquier paciente que sintiera cualquier tipo de dolor. Allí los corazones rotos y el dolor de espalda se curaban con la misma píldora, un relájate muscular o un ansiolítico o algo que causara adicción.   Por consiguiente, el gran negocio de aquella isla era la farmacia, una farmacia enorme que se extendía por gran parte del territorio.   La farmacia era una de estas farmacias modernas que tienen de todo, desde pastillas hasta comida para perro. Era