La paradoja de la teletrasportación
Se concentró, durante
horas miró fijamente a la pared. Él sabía que podía lograrlo, al menos estaba convencido
de que sería así. Fue su sueño desde niño, poder trasportarse usando solo su
mente. Las horas de intentos se agruparon en días, los días en semanas, las
semanas en meses y los meses en años. Nunca pasó nada, solo el tiempo le pasaba
por encima de un lado a otro. Pese a sus largos ratos de concentración no
dieron resultado, no tuvo otro remedio que reducir el tiempo de práctica a solo
unas horas al día. El tiempo que pasaba sin mirar la pared era grandioso,
viajó, conoció personas, se tiró en paracaídas, hizo todo lo que pudo por
sentirse vivo…pero el final de cada día era siempre la misma escena: él mirando
concentrado hacia una pared. En un momento de frustración, por no lograr su
sueño, el amor llegó a su vida. Él no podía creerlo, su vida había tomado un
sentido diferente, se sentía feliz, enamorado, elevado a otra dimensión, pero
igual, cada noche la mirada concentrada se fijaba en la pared. El amor se hizo
más grande, tanto que decidieron unir sus vidas para siempre. Iba a ser difícil
explicar esa costumbre, porque ya se había convertido en costumbre, mirar a la
pared fijamente cada noche, queriendo traspasarla, queriendo desaparecer de la
vida misma y fugarse a través de su propia mente, de sus propios
pensamientos. Pero el amor distorsiona
muchas cosas y hace cómplices, pero él prefirió dedicase solo al amor, a ser
feliz, a disfrutar de la compañía, a emprender una nueva vida para adornarla de
momentos variados y no solo de miradas fijas a la pared. Se prometió que
aquella noche sería la última vez que lo intentaría, por qué en el fondo, algo
de esperanza se le quedaba anclada en alguna parte. Miró a la pared, por más
tiempo de lo usual. No pasó nada. Guardó
la silla en la que se sentaba a practicar. Con algunas lágrimas en los ojos se
fue a la cama, estaba triste y feliz al mismo tiempo, un abrazo consolador lo
acogió toda la noche, se sintió amado, hasta que se quedó dormido. A la mañana siguiente
despertó, miró a su alrededor, se dio cuenta, nada le perecía conocido,
era un lugar diferente, se sintió más alegre que nunca, aunque no sabía si iba
a poder volver.
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