Ventisca
Fue una tarde de
ventisca como todas. Aquí siempre hay viento. Por eso las aves se elevan tan rápido.
Sin embargo, hay otros que jamás despegan. En los últimos días el viento
arrastró hasta aquí un par de alas. Todos se pelearon por usarlas, pero ninguno
pudo volar. Una y otra vez los intentos de vuelo fracasaron, algo estaba
fallando. Jamás tuve la oportunidad de probar las alas, pensé que tal vez las
haría volar. Las había observado a detalle y había llegado a la conclusión de
que primero había que tomar vuelo con la corriente de aire. De nada servía dar
aletazos como una gallina epiléptica. Con el paso del tiempo las alas quedaron inservibles
y tal vez fue por eso que nunca nadie voló a pesar de que nuestras colinas tienen las
mejores corrientes de viento que, de hecho, siempre trae cosas nuevas.
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