Cartógrafo





Como si el agua no fuese suficiente limitación, casi estaba prohibido ser tú mismo. Tenías que esconderte, caminar en la inmediatez de lo que se esfuma para que nadie supiera nada. Así que, como un Superman sin capa, tenía que ganarse la vida siendo Clark Kent. Trabajaba diseñando mapas, le gustaba todo lo que involucraba la cartografía, aunque a veces se despistaba. Su mente se alejaba de aquel lugar y comenzaba a cartografiar el pecho de aquellos corazones que le parecían inalcanzables, trazaba algunas líneas por las montañas que recubrían la costa posterior y centraba muchos esfuerzos en  delinear bien esas penínsulas que se erguían hasta los túneles que jamás tocaban. Era una carga difícil, la extraordinaria Cuba que para el resto del mundo estaba a la altura de los años ochenta, era un pedazo de tierra difícil de circunscribir a un mapa. Tal vez eso era lo más que le dolía, que cada mapa que hacía no contenía ni la mitad de la esencia de los lugares, fue para ese tiempo cuando yo lo conocí. Le escribía desde la distancia, desde un mar más espeso. Así fue como me enteré de los mapas, también fue como supe que él quería hacer  más que dibujar mapas, él quería ser la longitud y latitud que los atravesara de norte a sur y de este a oeste. Cada vez que le contaba de algo que había visto, sus ojos se llenaban de una luz que, sin verla, podía percibirla, pero él estaba detrás de la pantalla, con un internet que se agotaba dos veces al mes y teníamos que esperar a la próxima ronda para comunicarnos. Me habló tanto de la playa que llegué a pensar que un día saltaría en ella sin más y jamás recibiría algún mensaje. Pero no fue así, cuando fue a la playa fue por idea mía, también un poco suya, también un poco de la complicidad del mundo que te obliga a meterte el dolor bajo la piel y dejar retazos de tu alma por todas partes. Ya no lo veo, no veo sus letras porque ya no está frente a la pantalla, de seguro su teléfono está en su cuarto con una adolorida nota que se enterrará en los huesos de su familia, le dejará un frío metido dentro que no habrá sol que lo caliente.  Sin verlo, lo veo, moviéndose al son de la guajira de una ola. Me parece estar viendo como bajan por sus mejillas un par de lágrimas interminables que se sumergen en su boca sin el sabor correcto. Siempre escondiendo todo con algo más, queriendo volar sin las alas atadas.  Debe venir en camino, yo lo espero en esta orilla, aguantando el agua que me empieza a salpicar los ojos. Él va a estar bien, él sabe de mapas- me digo, por si llego a necesitar el consuelo.

Comentarios

  1. Entrañable personaje nos has regalado. Bien podría ser el comienzo de una larga historia.
    Un abrazo

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  2. Un cuento conmovedor para el que disfruta de la lectura

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  3. Entrañable personaje nos regaste. Efectivamente podría ser el comienzo de una historia no demasiado larga pero sí notablemente más larga de lo habitual.
    Un beso

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