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Microcuentos del hospital enfermo

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Los pacientes Los pacientes son aquellas personas enfermas que esperan por la atención médica.   Los más pacientes son aquellos que esperan, en una silla o de pie, equiparando una sonrisa demacrada, que su enfermo mejore. Acompañante Siempre ella. Ella era el ave posada en la rama de aquella sala de emergencias. Silbaba canciones al oído de su madre, que enferma, se iba encogiendo poco a poco, con el lento destino que la arropaba. Siempre ella. Fue tanto tiempo el que estuvo a su lado que su trinar de ave dejó de ser la sonrisa del dolor de su madre.   En los últimos tiempos su madre comenzó a reír con la melodía de otras aves. Eran aves de paso que la rondaban, algunas con cánticos, otras con el trinar ronco de un buitre. El día que su madre murió las aves llenaron de plumas todo lo visible, cubrieron todo. Desde lo alto, su madre recordaba a todas las aves. A ella, siempre a ella, más que a ninguna. Operación La enfermedad era grave. Tan grave que le extirparon gr

EXILIO DEL DIFERENTE- REDES SOCIALES

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Federico es uno de esos pocos tipos que ve a la vida mientras esta lo mira a él.   Se miran profundamente, como si se reconocieran, por eso Federico pasa la vida ensimismado, metiendo las manos en los bolsillos cuando sale a caminar. En ocasiones Federico necesita localizarse en el mundo, por eso su amigo le sugirió unirse a una red social. En las tardes, casi cuando el sol baja en picada para sumergirse en el horizonte, Federico visita virtualmente a sus “amigos”. Una lista grande se desplaza por el monitor, pesadas piedras se estiran a lo largo y ancho de la pantalla. Son los comentarios de esa gente que dice conocerlo, haberlo conocido, haberlo visto alguna vez.   Federico comienza por leer algunas noticias, el mundo gira rápido y la tecnología lo sabe, te acerca la información a tu casa, abre la puerta y la sube hasta tus manos, en caso de que la leamos. Federico pasa su vista por algunos buenos chistes, risas que parchan la crudeza del reflejo de la luz, al menos por un rato

Hábito de seda roja / Red silk habit

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English Cuando cumplí los 15 años Sor Inés llegó a la parroquia. Era una joven humilde, muy linda, de veinte y tantos años, una monja nueva en edición deluxe, una Eva en potencia. Según dijo mi madre en casa, había sido trasladada a nuestra parroquia por órdenes directas del obispo. Domingo tras domingo se sentaba en la esquina del banco, lo que me colocaba muy cerca de su gracia divina, ya que mi madre se empeñaba en sentarse siempre en los primeros asientos para que mi padre no se durmiera.   Un domingo de cuaresma Sor Inés se acercó a hablar con mi madre, le comentó acerca de los cursos de monaguillos que ella iba a ofrecer entre la escasez de recursos. Acto seguido, me preguntó si quería ser miembro de los monaguillos. Le respondí que tenía que pensarlo, nunca fui devoto del todo. A llegar a casa mi madre comenzó a hablar como si ya hubiese aceptado, realmente le hacía ilusión que su hijo formara parte de un grupo religioso.   El domingo siguiente me acerqué a Sor Inés y

Frank-enstein

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English Sentí la hoja del puñal llegar desde afuera, entonces me di cuenta. La hoja cortó mi piel y sentí el aire rozar la herida, el coagular de la sangre sobre el abismo, imaginé. El puñal salió limpio, como si no hubiese cortado nada, siempre lo supe.   No sentí el fluir de la sangre, ni los nervios escurridizos avisando al cerebro desesperados. Estaba tan tranquilo, que no tuvo otro remedio, volvió a apuñalarme. Un cosquilleo corrió por mis brazos, que no eran míos. Las piernas se me adormecieron y tampoco eran mías. El pecho recibía más heridas, una y otra vez, no era mío, al igual que la mano que usé, me obedecía sin ser mía, lo alejé de un empujón.   Le di la espalda, aunque no era mía. Volvió a atacar. Me acuchillaba los omoplatos, las vértebras y todo lo que lograba alcanzar.   No sentí dolor. Lo golpeé bruscamente. Cayó al suelo. Vio que no había sangrado. Vio que las heridas se me hacían insignificantes, lo supe siempre. Con un cerebro que no era mío. Con una concien