EXILIO DEL DIFERENTE- REDES SOCIALES
Federico es uno de
esos pocos tipos que ve a la vida mientras esta lo mira a él. Se miran profundamente, como si se
reconocieran, por eso Federico pasa la vida ensimismado, metiendo las manos en
los bolsillos cuando sale a caminar. En ocasiones Federico necesita localizarse
en el mundo, por eso su amigo le sugirió unirse a una red social. En las
tardes, casi cuando el sol baja en picada para sumergirse en el horizonte,
Federico visita virtualmente a sus “amigos”. Una lista grande se desplaza por
el monitor, pesadas piedras se estiran a lo largo y ancho de la pantalla. Son
los comentarios de esa gente que dice conocerlo, haberlo conocido, haberlo
visto alguna vez. Federico comienza por
leer algunas noticias, el mundo gira rápido y la tecnología lo sabe, te acerca
la información a tu casa, abre la puerta y la sube hasta tus manos, en caso de
que la leamos. Federico pasa su vista por algunos buenos chistes, risas que
parchan la crudeza del reflejo de la luz, al menos por un rato. Ahora viene la
parte difícil para Federico, la pantalla se desliza de arriba hacia abajo como
una ruleta claustrofóbica, un ave que revolotea cansada, que está a punto de
sucumbir y dejarse caer al vacío. Federico le teme al vacío. Detesta pararse en
un precipicio y sentir el vértigo cosquilleándole las tripas. Con todo y eso
repasa lo que han escrito sus amigos, sus conocidos, su gama de desconocidos
que dicen conocerlo. Resaltan las fotos de los niños, niños a los cuales sus
padres felicitan en plena red social. Federico no lo entiende, en principio
porque los niños no tienen el acceso a la red y algunos de ellos ni siquiera
saben leer. Aun así, las felicitaciones se desbordan, demostrando a todos lo
mucho que pueden amar, lo mucho que dicen amar, lo mucho que pretenden amar. A Federico nadie lo ha amado así, lo han amado en
secreto, como se ama lo importante, sin caer en una red que no sea la del
corazón, sin hacer más ruidos que el de una sonrisa. Se interrumpen los niños,
se interrumpe la niñez que los padres tanto dicen querer y cuidar, ahora
importan otros asuntos. Federico se mese en su silla, la recuesta hacia atrás,
con espanto, sintiendo en cada mecida la sensación de caerse. Entonces aparece
Dios, dios, dioses, creados para publicidad básica, para engañar o enternecer
corazones con medidas morales que no se aplican, que no aplican en el mundo
roto en el que vive Federico. Así es, la mayoría de sus amigos son unos
CABRONES, fieles a su fe, a su miedo de morir y hallarse en el infierno llenos
de polvo sobre un estante vacío.
Anuncios por los laterales, la ropa elegante de la vecina, el desayuno
de los amantes, el ataque de la despechada, el chisme, los moribundos, todos
con sus putas vidas expuestas sobre la pantalla, no hay realidades ni esencia para descubrir y llenarse por dentro. Federico cae con todo el peso
el suelo, la silla se revienta por la carga. Federico no piensa en
incorporarse, el instante en el suelo lo hace pensar en su vida, en esa vida en
la que no pasa nada. Incorporado visita su perfil y ve que está vacío. Se tocó
el pecho, sintió que algo allí dentro aun latía. Incorporó la silla, luego de
un respiro profundo, tan hondo que casi no toca el fin, tomo asiento. La calma
se sentía en el aire, en el temple de las teclas, en la escala de los colores,
aquellas no podían ser vidas reales. Federico miró una vez más a la pantalla,
meció su silla, esta vez por razones que no conocía. Todo lo que veía eran
letras, fotos y mensajes de buena apariencia, pero sin entrañas. La silla se
mecía, se balanceaba nuevamente, de al frente hacia atrás, con los pies
pidiendo despegue. El golpe ocurrió, la rigidez del todo se quebró en pedazos.
Federico tomó el teclado y ensartó las únicas letras que pudo escribir: “espero
que no olviden lo que es sentirse vivos”. Federico cerró su computadora, dobló
todas esas vidas con la facilidad con la que se apaga una luz, la guardó en un
bulto. Desde ese día, al mirar al desierto, todo parecía ser arena.
¡EXTRAORDINARIO! El internet está ciertamente lleno de palabras vacuas, que semejan en ocasiones felicitaciones, etc., pero ¡créeme cuando te felicito por este cuento tuyo! Es excelente. ¡Me alegra que ejerzas la pluma, amigo mío!
ResponderBorrarCuando la búsqueda de sentido se conecta con el arma doblefilo de la tecnología. Un interesante contraste para mirar el afuera y el adentro... siempre somos uno, una isla que busca conectar, cómo y hacía donde, como las conexiones alivian, forman o deforman la existencia en donde, sin embargo, solo queda la arena al rededor...
ResponderBorrarMaravillosos texto, gran ritmo, un contenido de múltiples aristas.
!Un placer leerte!