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Enigmático amigo

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Siempre es complicado llegar a una nueva escuela. Es especialmente difícil si eres una persona como yo, uno de esos individuos que tiene más mundo hacia dentro que hacia afuera. Vivía mi octavo primer día de escuela, efecto de un   divorcio mal administrado.   Justo en el portón intersectaron a mi mamá para hablarle sobre una colecta que estaban haciendo para mandar esculpir una estatua en honor a ... Debo confesar que me distraje    observando   a un pitirre que con mucho esfuerzo lograba hacer un nido en un pino.   Escurrí mis dedos de entre la mano de mi mamá. Me dijo con voz dulce que me portara bien y todo ese rollo que   por octava vez me repetía . Pasaron ocho horas. No hubo unas más largas que otras, todas fueron uniformemente tediosas. Durante esa   semana y por primera vez, fui parte de un juego. No era muy divertido, la verdad, pero era un gran paso   hacia la interacción social.  El grandulón de siempre golpeaba la pelota con un palo, si esta   desaparecía, yo t

Tambaleo

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Allí, en la parada. Con una calor que me hacía sudar hasta los calzoncillos. A mi lado una vieja que fumaba   y jugaba a hacer cortinas de humo. “Maldita vieja que me está intoxicando”. El sol a medio cielo y lo único que podía ver era un rayo que se reflejaba en las dos monedas que me faltaban para tomar el autobús, la guagua como  decimos acá.   Las palomas revoloteaban intentando robarle la comida a un tipo que estaba tratando de almorzar. Buen estomago tenía para no vomitar al ver las palomas más sucias que he visto en mi vida, las llega a ver mi madre las enjuaga con algún detergente.   Allí, al lado del “come palomas” estaban las dos monedas que me hacían falta. Un vagabundo dormido dejaba caer alguna baba sobre el banco. Ahí comprobé que el tipo tenía un estómago insufrible. Había pasado   casi una hora, la guagua no llegaba, los sándwiches que vendían en la esquina se veían cada vez más grandes y aun me faltaban las dos monedas.     La vieja ya iba para el cuarto y

Aterrizaje forzoso

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Luego de identificar el cuerpo de   mi padre volví al aeropuerto. No sé si lo cremaron, lo enterraron o le pegaron fuego a la barca en que lo enviaron al mar.   Tenía urgencias mayores, era el cumpleaños número 20 de mi hijo. Para mí él   es más importante. Mi conciencia está tranquila,   nunca he confesado nada. Mi padre siempre me decía que si le decía a alguien me mataba a mí y luego se mataba él. Cuando estaba ebrio, y se ponía asquerosamente cariñoso, me decía que si algún día pasaba algo horrible a quien único debía decirle era a él. Yo era su niña amada y él siempre estaría para protegerme. Me parece que hice lo correcto, ya no tengo a quien contarle .