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Síntesis

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Sin equipaje

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Las palmas de las manos hacia afuera, eso es lo único importante. Los ojos pueden estar cerrados, da igual, no ven, no son vistos, no tienen luz, ni brillo, ni vida. La boca cerrada, la mandíbula no se abre una vez se contraen los músculos, es lo mejor, ninguno necesita hablar más.  Los hombros un poco más arriba de la altura del pecho, como si se encogieran, la última voluntad de todos es hacer un gesto de: “que me importa, ya estoy muerto”.  ¿Qué será de la lengua si la boca está cerrada? Se va hacia atrás, como la bola de los ojos, se ahoga en la garganta junto con las palabras que no se pronunciaron, buenas o malas, todas, se descomponen dentro del cuerpo. El cuerpo completo, lo más recto posible, sin curvaturas, las apariencias importan hasta cuando no son importantes. La ropa bien planchada, sin arrugas, aunque en la piel no quepan más. Si la piel es joven, hay que planchar más el traje, la tela se corruga cuando la nostalgia es inesperada. Cuando todo esta listo, se coloca

Olvido que no olvida

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Desamor en París

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La sentencia de divorcio era final y firme, pero eso no fue lo que les hizo daño. Dejaron de pelear luego de que el juez disolviera el asunto.  Las heridas frescas se curan con compresas de agua al tiempo. Las heridas profundas sanan con un par de puntadas de sueños de mariposa. Pero la herida causada esta vez llenó de sal la taza, de sangre el platillo y probablemente se quede abierta hasta que no haya sangre. Se sentaron para terminar la relación de la mejor manera posible. Pidieron dos cafés que no tardaron en llegar a la mesa que estaba frente a la cafetería parisina. Las manos bajo la mesa, y el azúcar caía a la taza: “sabes que te quise mucho, realmente te amé, son cosas que no se pueden evitar, quizás en otros tiempos, tuvimos momentos muy hermosos” … el azúcar se fue al fondo hasta que comenzaron a disolverlo. “¿Qué fue lo que nos pasó? ¿Hicimos algo mal? Ambos tuvimos nuestros defectos, pero no era para llegar a tanto. Los últimos meses fueron difíciles, pero tenía sol

La última página

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Inseparables

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Los conocí en uno de los momentos más desafortunados de sus vidas. Los dos huérfanos eran idénticos, sin ser hermanos. Mi instinto materno me decía que debía adoptarlos a ambos, pero no pudo ser. Quedé viuda dos semanas después de haber adoptado a Lucas. La pérdida de mi esposo me hizo sentir deprimida, pero tenía un hijo al que cuidar. Esa era la tarea más difícil de todas, y más cuando tuve que negarle la compañía de quien fue su mejor amigo durante los años que estuvo en el orfelinato. Lucas cumplió 15 el mismo año que lo adopté, siempre es más difícil conseguir un hogar a esa edad, es por eso que Lucas vivía preocupado por su amigo David. Cada día Lucas me contaba las cosas que pasaron juntos. La historia que más me hacía desear ayudarles era lo que les pasó a sus cinco años. David recién cumplía los cuatro, estaban en el matorral. Sus madres habían atravesado el trillo para llegar a la carretera. Era de tarde, lo recuerda porque los niños habían llegado a jugar al parque

Hora de la cena (audio cuento)

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