Inseparables
Los conocí en uno de
los momentos más desafortunados de sus vidas. Los dos huérfanos eran idénticos,
sin ser hermanos. Mi instinto materno me decía que debía adoptarlos a ambos,
pero no pudo ser. Quedé viuda dos semanas después de haber adoptado a Lucas. La
pérdida de mi esposo me hizo sentir deprimida, pero tenía un hijo al que
cuidar. Esa era la tarea más difícil de todas, y más cuando tuve que negarle la
compañía de quien fue su mejor amigo durante los años que estuvo en el orfelinato.
Lucas cumplió 15 el mismo año que lo adopté, siempre es más difícil conseguir
un hogar a esa edad, es por eso que Lucas vivía preocupado por su amigo David.
Cada día Lucas me contaba las cosas que pasaron juntos. La historia que más me
hacía desear ayudarles era lo que les pasó a sus cinco años. David recién
cumplía los cuatro, estaban en el matorral. Sus madres habían atravesado el
trillo para llegar a la carretera. Era de tarde, lo recuerda porque los niños
habían llegado a jugar al parque frente al cual estaba su madre. Desde la maleza, ellos veían como sus madres
se aprovechaban de los semáforos en rojo para recaudar dinero que terminaría
metiéndoseles en las venas. Luego de recoger la tarifa necesaria, se iban
caminando por el lado del parque. Los niños que allí jugaban las veían caminar
por la vereda y desde el otro lado de la calle, sus hijos, las veían jugando en
un sube y baja. El regreso era temerario, se balanceaban del cielo al suelo
mientras cruzaban la calle, con luz verde. Siempre llegaban, pero en aquella
ocasión no fue así porque unos policías las detuvieron. Ellas vociferaban
frases acerca de sus hijos, quienes corrieron al ver la policía aproximarse. Saltaron
dejando a tras las jeringas espetadas, algunas en los brazos, otras de punta en
el suelo. A los que le funcionaron los reflejos corrieron, los otros fueron
todos aprendidos. Atraparon a los niños y los alejaron de sus madres, lo que
pareció ser la mejor opción. Es posible que haya sido una buena decisión, pero
los dos niños sufrieron mucho yendo y viniendo de diferentes casas, los
hicieron pensar que tenían algo malo y que por eso no eran adoptados. Cada día
que pasa me siento miserable por no haber podido traerlos a ambos. La inestabilidad
se me quedó en el corazón desde el momento en que me traje a Lucas a casa. El
momento más devastador fue el día que Lucas regresó de una fiesta. Fue el día
de su cumpleaños veintiuno, salió con sus amigos a celebrar, pero regresó como
si la vida lo hubiese golpeado con ambos puños. “Allí estaba” me dijo. Cuando
me enteré de que David estaba en la puerta de la discoteca, recostado sobre el
suelo, no pude consolar a Lucas. Comencé a llorar, tanto, que Lucas comenzó a
decirme palabras de aliento. En ese momento la vida nos pareció injusta, pero
eso no fue todo. A la media noche nos limpiamos las lágrimas, acomodamos los
suspiros dentro del pecho e hicimos lo que el corazón nos dijo. Al día
siguiente Lucas se despertó temprano y salió a buscar a David. No lo encontró
el primer día, ni tampoco al segundo, ni pasada una semana. Un mes después
Lucas lo vio recostado en la esquina mugrienta de un estacionamiento. Sin
preocuparse por el mal olor, lo levantó como pudo y lo trajo a casa. David
estuvo agradecido por todo, pero lo que parecía una buena obra se convirtió en
los momentos más angustiosos de nuestra vida. La primera vez que sucedió Lucas
no estaba en casa. David comenzó a sudar, temblar, convulsar, encogerse,
estirarse… todo al mismo tiempo. A mí me invadió la histeria. Hicimos lo mejor
que pudimos para ayudarlo, pero los gritos en la noche nos hacían despertarnos
para ver a David bañado en sudor, cada noche Lucas lo abrazaba y le decía: “vas
a estar bien hermano”. Eso no era suficiente, en una ocasión David intentó
matar a Lucas, después renunció a todo pidiendo morir. Pasado un año David se
recuperaba con la ayuda de sus seres queridos. Luego de todo lo vivido, de
sobrepasar los peores años de la vida, se prepara para seguir adelante. Siempre
lo supe, no debí separarlos, pero ahora lo sé, nunca estuvieron separados.
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