Sin equipaje
Las palmas de las
manos hacia afuera, eso es lo único importante. Los ojos pueden estar cerrados,
da igual, no ven, no son vistos, no tienen luz, ni brillo, ni vida. La boca
cerrada, la mandíbula no se abre una vez se contraen los músculos, es lo mejor,
ninguno necesita hablar más. Los hombros
un poco más arriba de la altura del pecho, como si se encogieran, la última
voluntad de todos es hacer un gesto de: “que me importa, ya estoy muerto”. ¿Qué será de la lengua si la boca está
cerrada? Se va hacia atrás, como la bola de los ojos, se ahoga en la garganta
junto con las palabras que no se pronunciaron, buenas o malas, todas, se
descomponen dentro del cuerpo. El cuerpo completo, lo más recto posible, sin
curvaturas, las apariencias importan hasta cuando no son importantes. La ropa
bien planchada, sin arrugas, aunque en la piel no quepan más. Si la piel es
joven, hay que planchar más el traje, la tela se corruga cuando la nostalgia es
inesperada. Cuando todo esta listo, se coloca a la vista en el festival de las
pirañas. No importa si el cuerpo es mordido o no, por alguna razón de la
naturaleza, las pirañas no son animales de carroña. Al final, todo saldrá bien
y como es ley en este, nuestro honrado pueblo, se cavará un hoyo y se colocará
el cuerpo, con las manos extendidas, sobresaliendo de la tierra, con las palmas
hacia afuera, para que a todos les quede claro.
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