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Microcuentos de aquí para allá

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Escribir Por el Pasillo de un lado a otro, una y otra vez. Los pasos me desconcentran. Tiempo invertido Por la mañana a la escuela, por la tarde al ballet, luego a cenar, luego a las tareas, luego a dormir porque el día no da para más. De aquí para allá           Por eso solo solemos guardar solo un minuto de silencio. Vida La vida se pasa de un lado a otro, sin poder detenernos para darnos cuenta de cómo pasa. Ventilador En la habitación, de un lado al otro, del otro al uno, toda la noche y yo sin poder dormir. Columpio Era su risa un vaivén que jamás se iba. Luego saltó del columpio y con el tiempo dejó de mecerse.

Cualquiera

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Cualquiera 1 Quería huir, siempre lo había querido. Levantarse una mañana y caminar hacia algún lugar desconocido. Cualquiera 2 <<Qué no puede despegar con este clima>> decía la azafata. Cualquiera 3 No hay mucha valentía para huir cuando se le tiene miedo a los aviones, más bien al hecho de estrellarse, tal vez fue eso lo que lo detuvo en el aeropuerto. Cualquiera 4           La azafata decidió bajar de ese avión. Eso hizo que se retrasara el despegue.   En un pasillo del aeropuerto coincidió con un hombre que le pareció sospechoso. Cualquiera 5 <<¡Una bomba!>>. El aeropuerto se detuvo en el tiempo, o al menos el tiempo se detuvo en la gente, en la que estaba allí, en los que iban y venían, en los que estaban en el aire. Cualquiera 6 Cuando se retomó el tiempo ya los oficiales de la ley tenían todo rodeado y una mirilla de alto calibre apuntaba en secreto a un individuo justo en la nuca. Cualquiera 7 En la morgue había

Microcuentos desvelados

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Un desvelo, una barra y una pregunta indiscreta Me quedé mirándola fijamente. Ella llevaba una de esas vestimentas completas que requieren que metas tus piernas y subas toda la ropa hasta cerrarla a la altura del pecho. Ella debía pensar que quería algo con ella. Le observaba los botones que se extendían desde la cintura hasta el pecho y la tira de tela que subía hasta hacerse un nudo en la parte de atrás de su cuello.   Tal vez mi mirada la incomodó un poco. Le observaba los brazos, que estaban cubiertos por unas pequeñas mangas ancladas al resto de la vestimenta.   Sonriente, me le acerqué, me devolvió la sonrisa. Se veía algo nerviosa.   Me agaché hasta su oído y le dije: ¿Para mear tienes que quitarte todo eso hasta abajo? Desvelo y frustración   No alcanzaba sus sueños ni dormido ni despierto. Sueño roto           Era difícil admitir que no podía manejar aquello que sentía. Conductor Manejaba sus sentimientos como conducía el coche. Por eso d

La taza

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Luego de tres horas de visita, les ofrecí café. Aceptaron gustosamente, yo ya había tratado todas las supersticiones para que salieran de mi casa: coloqué una escoba detrás de la puerta, tiré un vaso de agua por la ventana y hasta dije “qué rápido pasa el tiempo.” Mientras preparaba el café me esforcé por concebir una idea que alejara las visitas. Me costó bastante tener la idea perfecta, pero cuando la tuve, no dudé en ponerla en práctica. Con un marcador finito logré escribir en el fondo de la taza con una letra muy clara.   Les serví el café.   Sorbo a sorbo se lo fueron tomando. Despacio porque estaba caliente. Soplando para que se enfriara.   La conversación sobre no sé qué bagatela se extendió hasta que la primera persona terminó su café. Los ojos de huevo frito que tenía hizo que la conversación se desenfocara.   Todos le preguntaban si estaba bien. Yo sonreía y me ponía un dedo en la boca pidiéndole que guardara silencio, como si fuera nuestro pequeño secreto. De uno en u

Microcuentos al garete

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Arrepentimiento           Al principio no había nada y era mejor así. Efecto invernadero Él tenía un corazón de hielo. Ella era puro calentamiento global. La frontera Cruzaron la frontera y mudaron de piel. Eclosión           Enamorado, sintió mariposas en el estómago. Cuando la vio besando a otro, se indigestó, y así descubrió que solo eran orugas. Buenos actos           Por tratar bien, se entendió por enamorado. Debemos estar acostumbrándonos a la maldad, de lo contrario la gentileza no se confundiría con amor. Para mirar al cielo Cuando el pastor murió, el rebaño fue llevado a un lugar lejano, el lobo perdió su alimento. Un día miró al cielo y se obsesionó con morder las nubes. Rebeldes           Gallinas unionadas por sus huevos. Monstruo grande pisa fuerte El pequeño pueblo grita, pensando que el gigante quiere escucharlos. “Más feliz que perro con dos rabos” Nació un perro con dos rabos, se sentía difer

Los torcidos

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No era una familia de asiáticos contorsionistas como los que acostumbramos ver en el circo, no eran asiáticos y no pertenecían a ningún circo. Simplemente eran personas cuyo estilo de vida era la contorsión, acomodar las incomodidades utilizando el arte del estiramiento. Era una familia copiosa, robusta en miembros y con un estilo de vida absolutista. Todo en la casa estaba diseñado para promover un estiramiento forzoso. Las sillas del comedor te obligaban a colocar las piernas a la altura de la cabeza, la ducha te obligaba a pararte de manos y el sofá a recostarte de pecho con las piernas elevadas hacia atrás. Todos encajaban a la perfección, y sino, buscaban la contorsión necesaria para acomodarse. A la hora de dormir, cada cual ya tenía una postura que le parecía más cómoda, se acomodaban como un juego de tetrix, todos unos junto a otros, sin dejar espacios y sin encimarse. La cosa se complicó cuando nació Lillo, quien fue el único que durmió en línea recta a los pies de la

Más delirios (microcuentos)

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Inconexos           Aquella familia era una cadena de eslabones rotos, solo los unía el moho. Bocazas           Discutían sin cesar. Y me senté a escucharlos. Entendí que jamás escucharían. Cansado           Hay cosas que hay que apagarlas como a la llama de vela que se le priva de oxígeno. Amores           Como pensar que el amor es tan infinito como el espacio, si creemos que el universo limita con algo. Detalles           Las letras pequeñas que se guardan en el corazón. Instinto básico Le regalaron una caja de herramientas de juguete,  y lo más que le gustaba hacer era dar golpes con aquel pequeño martillo. Puntería           Apuntó justo en el centro, donde sabía que no podía matarlo. La sirenita           Entendamos de una vez, para quedarse con el príncipe, necesitaba piernas.