La taza
Luego de tres horas
de visita, les ofrecí café. Aceptaron gustosamente, yo ya había tratado todas
las supersticiones para que salieran de mi casa: coloqué una escoba detrás de
la puerta, tiré un vaso de agua por la ventana y hasta dije “qué rápido pasa el
tiempo.” Mientras preparaba el café me esforcé por concebir una idea que
alejara las visitas. Me costó bastante tener la idea perfecta, pero cuando la
tuve, no dudé en ponerla en práctica. Con un marcador finito logré escribir en
el fondo de la taza con una letra muy clara. Les serví el café. Sorbo a sorbo se lo fueron tomando. Despacio
porque estaba caliente. Soplando para que se enfriara. La conversación sobre no sé qué bagatela se
extendió hasta que la primera persona terminó su café. Los ojos de huevo frito
que tenía hizo que la conversación se desenfocara. Todos le preguntaban si estaba bien. Yo
sonreía y me ponía un dedo en la boca pidiéndole que guardara silencio, como si
fuera nuestro pequeño secreto. De uno en uno fueron adquiriendo la misma mirada
de susto y yo mantenía mi sonrisa pidiendo complicidad. Algunos hasta salieron
corriendo al baño a vomitar. Todo pasó tan rápido que no quedó nadie. Me parece
que no van a volver.
Ahora que me estoy
mudando, mi madre me ayuda a empacar algunas cosas, tomó las tazas para
guardarlas en una caja. << Ten cuidado mamá, me dio mucho trabajo que el
mensaje “has sido envenenado” se pudiera leer claro>>.
Jajaja esas visitas molestas se llevaron el susto de sus vidas!
ResponderBorrarMuy bueno, no me lo esperaba a ese final.
Un abrazo
Gracias Mirna por todos tus comentarios. Me han hecho el día. De hecho hay varios textos poéticos... por ahí en alguna parte jaja. Pero bueno, me alegra mucho que te hayan gustado los cuentos. Espero volver a verte por estos lares. Un abrazo.
BorrarExcelente para espantar visitas. Buen texto.
ResponderBorrarjaja ¡Gracias!
BorrarMuy bueno...
ResponderBorrar¡Gracias!
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