Pecera artificial


Dentro de la lujosa casa de  Nancy hay dos peceras. Ambas están siempre llenas de agua. Sin embargo, hasta hace un tiempo ambas estuvieron vacías. Lo siento, esto es una total mentira. Lo que sucede es que una de las peceras está repleta, mientras la otra solo tiene un pequeño pez.  El primer pez, de la pecera que está repleta, apareció allí cuando Nancy compró su primer auto.  Nadie sabe cómo apareció el pez, solo se conoce que el día que Nancy compró el auto y volvió a casa de sus padres el pez ya estaba en la pecera.  El segundo pez de esa misma pecera apareció cuando Nancy se graduó con los más altos honores. El tercer pez apareció cuando tuvo su prestigioso trabajo. El cuarto apareció  cuando compró el estuche de maquillaje más costoso de la tienda. El quinto y el más grande de todos apareció cuando compró la lujosa mansión. Estos no son todos, cada  vez que el dinero era usado para adquirir algo un pez aparecía en la pecera. Durante años Nancy compró de todo, a todos y por todos. Fueron tantas las cosas que adquirió que tuvo que cambiar de pecera tres veces. No fueron solo cosas materiales, Nancy  en una ocasión, intentó comprar el amor. Se dice que no pudo comprarlo. No obstante, el amor que intentó comprar creó cierta dependencia. Algo así como: más que quererte te necesito, un tipo de prostitución  emocional; Nancy busca amor, su amor necesita dinero = parece amor pero es más interés que amor (es algo complicado). De todas formas estas cosas son las que han ayudado a llenar la primera pecera.


En la segunda, está el triste pez que va de un lado a otro chocando con los cristales.  El pobre pez siempre se ha sentido solo, apartado y distinto a los demás. El pez solitario pertenece al primer y único hijo de Nancy, Jaime.  El pez estaba cansado de estar solo, todos los días miraba a hacia la pecera que estaba a su lado preguntándose porqué él estaba solo.  Durante mucho tiempo observó como aquellos peces subían y bajaban, chocaban unos contra otros y se volteaban de todas formas. Al pez le parecía que aquellos eran peces muy extraños. 


Cuando el pequeño pez ganó un mayor tamaño, el desespero de estar solo lo invadió. Sin poder soportar un segundo más  de soledad, se armó de valor y con gran fuerza dio un salto que lo hizo llegar hasta la otra pecera.  Al llegar y encontrarse con la pecera repleta de peces, se sumergió un poco. Ningún pez se movía, todos parecían estar tiesos o disecados.  El pez intentó calmarse, en eso, por sus agallas entró el agua. Fue lo peor  que pudo pasar, aquel líquido trasparente de inmediato comenzó a cortarle la respiración. El pez comenzó a agonizar, por suerte, Jaime entró a la habitación de las peceras y vio que el pez  estaba ahogándose y retorciéndose. De inmediato lo sacó, lo limpió y lo devolvió a su pecera.


El pez volvió en sí. Respiró profundo y sus branquias se llenaron de vida. Justo en medio de la pecera, el pez contemplaba la  cara de Jaime que se veía enorme por el efecto del cristal.  Ambos se miran como si se reconocieran, como si fuesen uno. El pez escuchó cuando Jaime cariñosamente le dijo: Pececito, no debes saltar a la otra pecera. Allí lo que hay no son peces como tú, son solo peces de plástico que están flotando en una pecera llena de un líquido especial.  El pez estaba triste y sin poder llorar, pues de que sirve llorar bajo el agua. No se sabe que sucedió con aquellas peceras.  Sin embargo, el pez gasta cada momento pensando: ¿Qué hace Nancy con una pecera de peces irreales?  El pez espera que su instinto animal lo ayude a olvidar, con eso de que la memoria de los peces dura solo dos segundos. Por desgracia o por suerte… el pez cada vez anhela más tocar las aguas que fluyen por el destino libre, pues aún sufre por aquello que solo era agua artificial.

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