Cuando sea mariposa



¡Cuando sea mariposa! Esa era la respuesta que daba la oruga a todos los demás insectos. Toda su vida había esperado por ese momento. Todos los días un bostezo de sol despertaba a la oruga, sin perder tiempo, esta se acercaba a las hojas y comenzaba a comerlas.  Los pequeños grillos, que vivían tres ramas más arriba, bajaban hasta donde estaba la oruga y le preguntaban: “¿Ya te has convertido en mariposa?” La respuesta era obvia ante todos los ojos. Por más tiempo que pasaba la oruga seguía siendo un gusano de aspecto raro.  Un día los insectos, que residían en aquel complejo de ramas, hicieron una reunión. Todos estaban presentes excepto la oruga. Claro debe quedar que la oruga no fue invitada.
La reunión se llevó acabo en la rama más alta del árbol. Lo que se iba a discutir en aquella reunión era la situación de la oruga. Una araña lideraba la conversación.
-Yo creo que ella es del tipo de oruga que nunca se convierte en mariposa.
-¡Quizás sea un gusano impostor! – Gritaron las polillas.
Hubo mucho revuelo y alboroto. La araña, casi regañando a todos dijo:
-No importa lo que sea, hay que ayudarla.
La reunión duró  un largo rato. Todos se dispusieron a ayudar a la oruga cuyo peor problema era que no quería hacer nada excepto comer  y convertirse en mariposa.  Durante los días siguientes todos los insectos del  condominio natural invitaron a la oruga  a diferentes actividades. Los grillos la invitaron a irse con ellos a dar unos saltos para que despejara su mente,  pensaban que si se relajaba la naturaleza la convertiría en mariposa. La oruga les contestó que no tenía deseos. Además, ella no podía brincar. Añadió que cuando se convirtiera en mariposa los acompañaría a todas partes.
Por otro lado, la araña le tejió un columpio. “Un poco de diversión no le haría daño”. La oruga no aceptó  el regalo y le dijo a la araña: “en estos momentos no puedo aceptar tu regalo, soy solo una oruga regordeta y si me caigo desde esta altura…moriré. Mejor me das el columpio cuando sea mariposa. Así, si me caigo, mis hermosas alas me protegerán del suelo. ”
Pasaron más días y la oruga jamás aceptó las invitaciones de los demás insectos. Todos estaban resignados y la oruga ni aceptaba ayuda ni se convertía en mariposa. Una mañana los grillos de la tercera rama observaron al lugar donde siempre estaba la oruga. Al no verla bajaron a ver dónde estaba.  La desaparición de la oruga recorrió el árbol hasta las raíces. No estaba por ninguna parte, los insectos la dieron por muerta.  Todos los días los grillos miraban hacia el espacio de la oruga a ver si había regresado.  Nunca la vieron, sin embargo, en esa rama donde un día estuvo la oruga de repente apareció un nido.
Estaba allí abrigando cuatro huevos de reinita. La  pequeña reinita se estaba preparando para el día en que nacieran sus polluelos, razón por la cual debía alimentarse bien. Su buena alimentación causó que muchos de los insectos del árbol se escondieran, ninguno quería convertirse en desayuno de ave.  Fue entonces, refugiados en una rama baja, cuando notaron que sobre la rama de la oruga había una extraña bolsa color verde muy similar a una hoja. Dentro de aquella crisálida la oruga se convertía en mariposa. Desde allí, la casi mariposa, escuchaba todo lo que sucedía y estando tan sola tuvo tiempo para pensar. Durante mucho tiempo pensó en las cosas que iba a hacer cuando se convirtiese en mariposa pero  en aquel  momento solo podía pensar en las cosas que no había hecho como oruga. Dándose cuenta del valioso  tiempo perdido quedó entre la rama y el nido. Comprendió que quizás no podría hacer nada de lo que un día soñó, colgaba justo sobre el nido de los polluelos. Su nueva e inexperimentada vida podía acabar tan pronto comenzara.
          Del resto de la historia no hay evidencia, hay miles de mariposas y cada una con su historia. Lo importante es: ¿Seguirás esperando hasta ser mariposa?


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