El apocalipsis de las bestias
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y la realidad la golpea en la cara. “Nos quedamos afuera”- dice. Tú y yo, estamos fuera de todo. No
tenemos nada que hacer con las plegarias de este mundo austero. ¿Y si los
quemamos a todos? No podríamos hacer cosa igual, las bestias paganas aún rinden
pleitesía. Entonces cortemos todas sus cabezas y colguémoslas de la pared. De
que nos sirve un crimen así cuando nos sabemos culpables de los centauros,
medias mitades salvajes convictas en otra mitad igual. Creemos algo nuevo, la
novedad podría cambiarlo todo. ¿Para que
un gran cambio? Solo erguimos montañas de paja cerca del fuego. Entiende de una
vez, somos todo y por esa causa es que morimos. Tiene que haber una solución a
nuestra terrible enfermedad. Más nos vale morir enfermos, morirnos en la
miseria, soportar las moscas sobre nuestros párpados. ¡No es justo! Nada lo es, por eso nos
enfrentamos cabeza contra cabeza en la cochambrosa incertidumbre. ¡La batalla
está perdida! ¡Siempre lo está! Pero no
importa morir si tenemos la razón. Cambiar, podemos ser diferentes, mejores. Es
mejor que los otros sean mejores, me puedo acostumbrar al olor del excremento,
a recostar mi cabeza en la podredumbre de los cadáveres. ¿Entonces por qué
morimos? Porque no eres libre, eres
parte de esta bestia que ha decidido acabar con todo.
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