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Espejismo

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              Sé quién soy, sé que vivo en mí. Estoy consciente de que manejo un cuerpo que de algún sitio ha venido. Cuando chico, mi cuerpo y yo éramos uno. No entiendo cómo, un día me di cuenta de que yo era solo quien movía la maquinaria. No estoy seguro, pero creo que no hay forma de salir de aquí sin llevarme mi cuerpo. Pero no me molesta mi estancia, más me desconozco; en los espejos solo veo el cuerpo que me cubre. Me pregunto qué forma poseo, algunas veces me imagino como un soplo de espinas que en pieles finas se convierten en caricias. Sí, así debo ser, más se tornan mis acariciadas espinas en aguijones punzantes que ennegrecen el alma. Monstruoso, sombrío, me apodero de mi cuerpo y se obscurecen mis ojos porque   adentro todo está en tinieblas. La música mueve mi inexistencia y haciéndole cosquilla a mis nubes, las mueve, mientras entre las ventanas de este cuerpo se cuela la luz blanca de la luna. Me encanta la claridad en mí. Pero no tengo color, eso depende de

Perfección liviana

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Llegaste la otra vez y me vistes cazando un sueño con letras. Sé que viste como coloreaba mi ilusión con tinta negra de esa que no despega su alma del papel. Era como un vivo dibujo tuyo. Tenía los pliegues de tu cintura, la dulzura de tu voz y la cicatriz de tu barbilla. Era perfecta. Pero al igual que tú era liviana, sin sombra, solo estaba colocada en un papel sin profundidad. Su mayor temor era la lluvia y como la veían los demás. Era una hoja suelta sin dirección ni viento, una hoja por la cual se filtraba el tiempo. Era aquel tu hermoso dibujo el que no entendía las metáforas,  ni la vida, era aquel papel quien guardaba tu apariencia como si fueses modelo de revista. Revista de ilusiones pasajeras, de tiempos huecos, de mundos absurdos, de cosas tan livianas que jamás tocan lo profundo. Que dibujo tan hermoso, tan perfecto, tan idealizado de siluetas, cu á nto amor has intentado comprar a sabiendas de que otro papel liviano es el dinero. Para que no te vuelvas migajas te dibuj

Una historia con algo de Navidad

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Siempre he sido curioso. Desde pequeño he tenido un porqué para cada argumento. Sin embrago, me encanta creer en aquellas cosas que desafían la razón, en esas cosas que solo se explican con esos sentimientos extraños que llevamos dentro. Es por eso que me gusta inventar y es por eso que deseo  contarles esta historia que leí luego de haberla imaginado.  Era una noche de Diciembre, una estrella había sido colgada en el cielo  como uno de esos alfileres que indica a donde debes llegar. Al parecer el niño Jesús  había nacido. Mucho se ha hablado de esto, ha llegado hasta nuestros días y de hecho al momento celebramos esas fechas. No obstante ahora hay millones de estrellas en el cielo, algunas fugaces y otras más brillantes que la mayoría. Pero dice la historia que la brillante estrella que guío a los magos de Oriente hasta Belén, nunca más volvió a ser vista. Al menos  eso se dice, yo creo que esa estrella no desapareció, sino que se dividió en miles de partículas luminosas y se res

Te pido...

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Te pido que me des  razones para creer en ti, para confiar en ti, para darte mi vida. Dame razones para ser feliz contigo, para confiar en mi. Por favor dame razones para soñar contigo. Dame razones para amarte. Necesito esas razones de inmediato, porque no las tengo y ya me estoy enamorando.  

Casi un "te extraño"

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                                                 Pensaba decirte que te extraño, así que tomé una hoja de papel y un lápiz para comenzar a escribir. Rápidamente tatué en el papel una sombra que indicaba ser una T. Era una T única, muy parecida al muelle por el cual caminamos muchas tardes cuando el tiempo nos premiaba con una cinta de la libertad. Para no perder tiempo derramé una E en el papel. Una E que olía como tu esencia en las noches.   Solo pasó un segundo para que yo hiriera el blanco papel con otra E.   Una E tan entusiasta como tus ganas de danzar en contra del viento. No podía olvidar tu forma tan peculiar de ser, así que tracé una X, no hay letra tan peculiar como la X, son como dos almas que cruzan su camino.   Entonces dejé de escribir, un miedo horrible hizo que mi mano se sintiera como una hoja seca de otoño. Me quedé inmóvil.   Levanté el papel de la mesa, contemplé aquella palabra incompleta y lo arrojé a la basura. Ahora estoy aquí para decirte porque no t

Luz de “Closet”

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  Dentro de un angosto closet, donde se oculta entre las sombras, los dolores   que nadie debe ver, se encuentran tres rostros que han sido cambiados por el tiempo.    A la derecha un joven, enfundado en ropa   de moda y estilo; que solo le sirve   para guardar la apariencia de lo que algún día gritaron los cuatro vientos que él debía ser. Pobre joven de sonrisa alegre y labios tristes, era un prisionero de su propio disfraz. Junto a él y justo en medio del armario; se encontraba   un ser, tortuosamente maltratado por su artilugio de vida. Con grandes maquillajes, se encuentra aquí, guardado en el armario, este ser varonil. Pero eso no importa, porque la apariencia varonil es llevada por   uno que vive como dama y caballero, uno de esos   que en su propio planeta es forastero. Siendo este armario la única guarida de aquellos que sufren por   su propia condición hacia lo ajeno, se encuentra aquí resguardado en el costado izquierdo, un adorno dominical que oculta en sus

Érase un Hombre que quería un corazón de piedra

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                 Estaba allí en medio de la plaza,   aturdido. Quizás cansado de sentir las cosas que le pasaban. Desde ese lugar en el que estaba en pie, no podía ver lo que a su espalda sucedía. Moldeado a dintel humano, se cobijaba bajo un ala lluviosa que para sus mejillas eran lágrimas. Tanto sufrimiento, pues nadie se quedaba a acompañarle, nadie se arriesgaba a tocar su fría piel. No lo comprendía. Solo recordaba estar desde siempre en el mismo lugar, viendo lapsos de sol y lluvia;   de vez en cuando algún arcoíris. Sin fuerzas para moverse, el hombre sentía sus pies atados locamente al concreto. Su alma en contraposto dejaba caer sus sueños hacia la nada.   A sus espaldas un chico se sentaba; mas nunca   lo veía. Su torso fijo miraba hacia un horizonte ciego, lo que no le permitía ver al joven, que lleno de emociones se sentaba tras él a perfumar ausencias.   Aquel hombre tenía las fuerzas para moverse, para arriesgarse, pero estaba inmovilizado. Tras su espalda una