Luz de “Closet”





  Dentro de un angosto closet, donde se oculta entre las sombras, los dolores  que nadie debe ver, se encuentran tres rostros que han sido cambiados por el tiempo.   A la derecha un joven, enfundado en ropa  de moda y estilo; que solo le sirve  para guardar la apariencia de lo que algún día gritaron los cuatro vientos que él debía ser. Pobre joven de sonrisa alegre y labios tristes, era un prisionero de su propio disfraz.

Junto a él y justo en medio del armario; se encontraba  un ser, tortuosamente maltratado por su artilugio de vida. Con grandes maquillajes, se encuentra aquí, guardado en el armario, este ser varonil. Pero eso no importa, porque la apariencia varonil es llevada por  uno que vive como dama y caballero, uno de esos  que en su propio planeta es forastero.
Siendo este armario la única guarida de aquellos que sufren por  su propia condición hacia lo ajeno, se encuentra aquí resguardado en el costado izquierdo, un adorno dominical que oculta en sus entrañas la identidad  que se prohíbe con la cruz. Esa que los excéntricos religiosos condenan al exorcismo, era una de las tres identidades que se mantenían guardadas en el closet. 
Cierto día, cuando entre las leves grietas del  closet se colaron unos tenues rayos de luz, quienes allí estaban notaron que la luz que se colaba  entre las gritas era demasiado pequeña para iluminarlos, pero entendían que seguía siendo un  hermoso rayo de luz.  En ese momento  el closet se iluminó con la radiante certeza de que todo puede cambiar, si el deseo vine del interior.  Fue entonces cuando aquella primera figura a la esquina derecha comenzó a maquillarse, tal cual se sentía. Con efusivos colores,  brillos y sombras. Saltó entonces una sonrisa de orgullo, de claridad de sentirse bien con sí mismo, aquel chico acababa de pintar en su rostro la sonrisa femenina más radiante, todo porque era  verdadera. Con camisa de furor, fue vestido por los sastres de la vida que con manos  de seda lo adornaban como al mejor de los regalos, preparándolo así para ver la gigantesca luz que se encontraba fuera del closet.  Al extremo izquierdo la luz también había llegado, y fue entonces cuando la cruz se descolgó del cuello, de sus pensamientos se fugaron los ideales de las ataduras. El sentimiento ficticio de la culpa abandonó el lugar, pero no sin antes reconciliar la razón con Dios, permitiendo que el amor propio saliera invicto.  Fue entonces cuando con papel se hizo un par de tetas, por si alguien dudaba del “swing”” femenino   que había escondido durante un par de años.  Untándose labial, se desbordó con grandes gestos de baile y pintura, para que todos sepan que  “prefiere  la danza y la acuarela a eso del futbol y la acrobacia”. Sin embargo en medio de todo quedaba alguien que escogió otra fórmula para ser libre. Primero comenzó a desmaquillarse, dejando al descubierto  las marcas que adormecían su rostro con dolor purpura.  Con un gran esfuerzo, y quizás con  ayuda del closet, logró dejar esas huellas de dolor atrás.  Sin maquillaje ni dolor en su rostro, utilizó el vestido que sentía querer, no importaba su  preferencia sexual, ni apariencia física. Fue de esta forma, como los tres seres se reconocieron a sí mismos como personas,  la abundante claridad les dejó ver lo valioso que eran cada uno de ellos.  Así, cuando todos estuvieron listos para salir de su cárcel, lentamente se acercaron a la puerta y  dijeron para sí mismos, este soy yo, dejaron en el armario aquellos falsos disfraces y caminaron con orgullo  hacia un futuro que no pretendía volver al closet jamás.

Comentarios

  1. Me encantan tus escritos... Y éste es uno de mis favoritos. No me canso de leer tus publicaciones.

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