Perfección liviana

Llegaste la otra vez y me vistes cazando un sueño con letras. Sé que viste como coloreaba mi ilusión con tinta negra de esa que no despega su alma del papel. Era como un vivo dibujo tuyo. Tenía los pliegues de tu cintura, la dulzura de tu voz y la cicatriz de tu barbilla. Era perfecta. Pero al igual que tú era liviana, sin sombra, solo estaba colocada en un papel sin profundidad. Su mayor temor era la lluvia y como la veían los demás. Era una hoja suelta sin dirección ni viento, una hoja por la cual se filtraba el tiempo. Era aquel tu hermoso dibujo el que no entendía las metáforas,  ni la vida, era aquel papel quien guardaba tu apariencia como si fueses modelo de revista. Revista de ilusiones pasajeras, de tiempos huecos, de mundos absurdos, de cosas tan livianas que jamás tocan lo profundo. Que dibujo tan hermoso, tan perfecto, tan idealizado de siluetas, cuánto amor has intentado comprar a sabiendas de que otro papel liviano es el dinero. Para que no te vuelvas migajas te dibujo un paraguas, huye papel ligero, porque la vida ya no alcanza. He inventado todo lo posible por conformarme con tu cercanía, por entender tu simpleza, por entender lo absurdo de lo cotidiano. A mi me gusta lo confuso, lo retante, lo enredado, el límite. Por eso hoy me tengo que ir, porque tu  eres un papel liviano que nunca va a comprender la suavidad de eso que no sabe a donde va. 

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