Contemplando la tempestad
Tomamos las armas para defendernos, sabíamos de la llegada de los invasores desde hace meses. Buscamos todo aquello que pudiera ser utilizado como arma, nos cargamos de municiones artesanales, construimos fuertes y vigilamos los mares. Estábamos listos para la guerra, para defendernos de los extraños que querían arrebatarnos ese algo nuestro. Cada día las lentas noticias eran menos favorables, menos a nuestro favor, más en nuestra contra. Corrían rumores de que eran más de 30 navíos los que venían a atacar, equipados con cañones, pólvora y rifles. Con todo y eso, no tuvimos miedo. Estábamos listos para ganar la guerra con sangre, listos para hacer correr al enemigo, aunque fuese detrás de nosotros, listos para defender nuestra tierra, nuestro nombre, nuestro orgullo. La guerra debió haber comenzado hace tres días. Hace tres días debimos divisar los barcos acercándose desde la horizontal puesta del sol; se nos había advertido de esta invasión, de que íbamos a ser tomados como