Piel de serpiente
El gel azul estaba en mi mano. Comienzo a frotarme la
cara, en círculos, no lo olvides. Dejo al descubierto mis ojos, mi nariz, mis
labios, mi frente. Es momento de rasgarme la piel. Tomo las cuchillas nuevas,
en sus filos se refleja la luz, es tan
brillante. Comienzo por el lado
izquierdo, lentamente van cayendo sobre el lavamanos. Mi rostro blanco hace
muecas en el espejo. La molestia se siente por dentro, como si no cupiese en mí
mismo. Antes de llegar a la barbilla aparece un punto rojo. Se desliza, de punto
pasa a camino. Arde, caen varias gotas y se mezclan con la espuma que hay en el
lavamanos. Se torna rosada, como las cartas que soltó la bruja. Siempre tan
incrédulo, probabilidad, matemáticas… tres paquetes de cartas distintos. Tres
veces escojo al azar, tres cartas de muerte. Me lavo con agua, arde aún más, en
el cuarto intento, tomo la carta de la emperatriz. ¡Necesitas morir para poder
renacer! Por un momento me sentí aliviado, al menos iba a renacer. Llego a la
barbilla y me doy cuenta de que la negra, la bruja, tenía razón. Aquel día
estaba muriendo, igual que hoy, hasta que se vuelva a repetir. Subo la navaja por el lado derecho, me siento
como un monstruo haciéndome daño, zombi, esa era otra de las cartas. La piel se
me irrita, bajo la nariz, alrededor de la boca.
Aun así, me sigo rasgando. Cada
vez hay más de mí en el lavamanos. Mojo
mi cara, y siento el agua recorrer las heridas, por las agresiones que
voluntariamente me hice. Siento la piel abierta, me vuelve el aire, todavía
queda dolor adentro. Me quito la ropa y termino de mutilarme. El agua fresca me espanta a momentos, el
sol espera para volver a quemarme.
Termino todo, y antes de salir, limpio la piel escamosa que ha caído al suelo.
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