El sabor de la luna



Décadas después de 1969 se acordó una misión para volver a la luna. Lo que se estaba preparando no era una misión cualquiera. Era una misión ambiciosa que buscaba crear colonias en la luna para utilizarla como puente a otros planetas. La misión requeriría de los mejores astronautas, sin embargo, el nombre del líder de embarcación dejó boquiabiertos a todos en la NASA, Miguel Pérez. Ese no era un nombre que debía ir a la luna, al menos eso pensaba todo el mundo y el nombramiento del sub-líder no fue para armar menos escándalo, Jerry. Aunque el nombre no era desagradable para el ambiente astronómico, que careciera de apellido era realmente desconcertante. Aun así, estos fueron los únicos astronautas que calificaron para ir encabezando la nueva misión a la luna. Bien merecido lo tenían, día tras día dieron su máximo para ser los mejores, el único chiste que se hacían entre ellos cuando se desanimaban era decirse: “imagina que la luna es de queso.” Cada vez que lo decían empezaban a reír y por eso se llevaron varios regaños, pero nada evitó que se convirtieran en los más capacitados para ir a la luna liderando el viaje.
El día de la partida, los ojos del mundo se centraron, en el que se convertiría, en el discurso más importante de la historia de la humanidad.  Se dijo que la misión de los astronautas era ir a la luna y comenzar a fomentar los cimientos para una nueva colonia de humanos que llegarían a conquistar la galaxia. Los aplausos no se hicieron esperar, por todas partes del mundo, donde había una voz, había aplausos. Con excepción de algunos pobres que nunca se enteraron de que la humanidad estaba a punto de dar un gran salto, el más grande de los saltos.
Los dos astronautas abordaron el cohete, el despegue fue estupendo, la velocidad, la altura, la temperatura, todo perfecto.  Dentro de la nave, los astronautas veían con esplendor la Tierra, hablaban sobre la esperanza, sobre un mejor mañana que dejara atrás las diferencias. Pensaron que, si lograban su misión, las personas se unirían dejando atrás el odio, el discrimen, el abuso, la ambición de poder. Todo iba a ser como una gran familia dedicada a descubrir nuevos mundos. Mientras conversaban, pensaron que existía la posibilidad de que los humanos acabaran con cualquier cosa que encontraran en otro planeta, se asustaron al darse cuenta que salvar a la humanidad podría ser el fin de la galaxia o del universo, pero ellos tenían una misión y debían cumplirla.

La nave alunizó a las 20 horas, cámaras ultra modernas captaron el gran momento en que los astronautas pisaron la luna por segunda vez. El mundo estaba en tención, los astronautas caminaban dando saltos anti gravitacionales, llegaron a una pequeña cima y colocaron una asta, sin bandera, para no ofender a nadie y mucho menos apropiarse de algo que no les pertenecía. Las instrucciones de Houston, se escuchaban en la luna y en la tierra simultáneamente.  Por cada rincón se escuchaban las palabras, comiencen a construir la colonia, utilicen todos los recursos que tengan a su alcance para construir el puente del universo. Los astronautas no reaccionaban, mientras las instrucciones se repetían una y otra vez, con más exigencia en cada ocasión. Todo seguía quieto, con el tiempo detenido antes sus ojos, ante la respiración que se oxigenaba con una pecera vacía de agua. Las instrucciones se repetían, se le ordenaba comenzar de inmediato porque muy pronto iba a llegar más gente para habitar la luna y trabajar al máximo. Una y otra vez, desde la tierra, desde todas partes se presionaba a que los astronautas reaccionaran. Un sollozo entre los astronautas interrumpió las repetitivas instrucciones y captó la atención del mundo. “Imagina que la luna es de queso”. La risa de los astronautas comenzó a escuchar se en todas partes, y la ironía del comentario, estando en la luna, hizo que los astronautas no pudieran parar de reír. Rieron tanto que en la Tierra todos estaban riéndose incluso aquellos que repetían las instrucciones una y otra vez. Aquella fue la noche en que el mundo se hizo carcajadas, excepto algunos pobres que nunca se enteraron, solo tenían hambre.  Las risas se acabaron de repente porque las bocas se abrieron de asombro al ver que los astronautas se estaban quitando sus cascos. La sorpresa fue más grande cuando estos se sentaron y con una cuchara comenzaron a comerse la luna. Ante el asombro de todos, un radio viejo repetía las insignes palabras de 1969: “esto es un paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad”. Cuando el radio hizo silencio los ratones que compartían su sueño despertaron, con sabor a luna entre los dientes.

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