A la derecha cúbica del Padre




Nací con el instinto y la razón a flor de piel. Es así como he podido funcionar y llenar los huecos que se quedan vacíos en nuestra precaria existencia. Mi madre siempre me dice: <<Fernando, tienes que creer en algo para que no te quedes solo después de la muerte, si no crees en Dios, no te salvarás.>> Ni, aunque crea, porque de hacerlo creería en uno más justo, menos frágil, en uno cuyo límite no fuese el entendimiento humano, un dios para todos por igual. De todas formas, a fines de la religión, estoy condenado al caldero más grande del infierno.  Además, no es que me quiera morir, pero siempre he tenido curiosidad por saber qué es lo que va a pasar en el fin, en lo que creemos que es el fin y a la vez un nuevo comienzo. Mi padre dice que no soy muy apegado a la vida, que no tengo miedo de morirme. Su razonamiento lo basa en mi gusto por los deportes extremos. Admito que me encanta sentir que la adrenalina corre por mis venas, mientras el aire me despeina en una caída libre al suelo. Hasta ahora los paracaídas siempre han abierto. A mi padre no le molesta lo que hago y es así desde el día en que se rompió la cadera al tropezar con uno de esos avisos amarillos que dicen: <<resbala mojado>>, lo más que le jodió fue que el piso estaba seco.
A mis 32 años he practicado más de 50 anormalidades extremas, como las cataloga mi madre en los formularios médicos. Siempre que me quiebro un hueso o algo, le recuerda al doctor que ya he tenido experiencias cercanas a la muerte. Pero a Fernando, no le da miedo cerrar los ojos y nunca más volverlos abrir, parece una locura, pero es así. No le temo al juicio final o a morir y que luego no haya nada y mi cuerpo quede a merced de los gusanos.  Mis padres, esta vez a dueto, me dicen que la madre de mi hijo y mi hijo, se quedaran solos. No les quito razón, pero cada uno tiene su vida, una vida que nadie puede vivir por ellos, es por eso que hago lo que hago, para no morir sin haber vivido.  Es mejor que el destino nos cobre con futuro que con pasado.  Si no se vive morimos como la tía Petra. Murió hace unas semanas, de un infarto, yo estoy seguro que su muerte fue a causa de su marido, un señor tan insoportable que el cartero si veía que estaba en la casa no le dejaba las cartas.  Pobre tía Petra. ¿Qué es memorable en la vida de esa señora? ¡Tres carajos! Se casó a los 15 y murió a los 60, no quería a su marido, los hijos ni se acordaban de haber salido de ella y la enfermera que le administraba la insulina se fue con la mayor de sus hijas.  Finalmente, muere de un infarto y todos dicen que la tía Petra descansa en paz. Nadie se tomó el tiempo para conocer a la vieja, tía Petra tenía historia.  A los 25 comenzó a afilarle una buena cornamenta a su marido, cuando él se muera va a necesitar dos cajas, y eso que el otro se murió hace como 10 años en un accidente. A tía Petra ya nadie le quita lo bailao’, en especial el día que dijo a su marido que se iba a cuidar a su hija Marisa que estaba enferma, ese mismo día se fue a Cancún y estuvo sin regresar por dos semanas y el viejo ni enterado. Pero ahora está ahí, estirada en una caja de mal gusto y llena de algodón hasta el culo.  Mi madre termina de rezar y dice: << ya está sentada al lado de Dios>>. Mi hijo, que lleva todo el velorio a mi lado, me mira como si supiese lo que pasaba por mi mente, su madre diría que el niño es solo mío, que la incredulidad es hereditaria, eso lo argumentaría mi madre.  Ambos terminamos por mirar fijamente a mi madre, quien nos miraba como si fuésemos una fotocopia hermosa, pero incorrectamente impresa. Nos acarició la cabeza a ambos, revolviéndonos el pelo para dejarnos saber que había entendido. Esa semana mi hijo cumplió los 10 años, pero fue poco lo que pudimos celebrar, cuando se llega a una edad la muerte los cacha como moscas.
 Una semana más tarde murió tía Moncha, eso fue otro velorio. Al llegar al velorio todos estaban llorando a la difunta y esta sí que era de llorar, su vida fue más aburrida que la de una mariposa. Pasó la mayor parte de su vida convertida en oruga y cuando por fin se convierte en mariposa viene un ataque epiléptico y la jode. Esta no tenía un background turbio como tía Petra. Tía Moncha se pasaba en la iglesia metida, rezando y ayudando en todo, era una mujer dada a que la quisiesen, dicen que por eso es que uno de mis primos se parece tanto al cura del pueblo. Eso dicen las malas lenguas…  pero es seguro que esa mujer era una santa, en ese velorio todos la lloraron como se llora a una persona importante a la que se le quiere. Mi madre no lloró tanto esta vez, pero como era usual se acercó a despedirse de la difunta. Mi hijo y yo la acompañamos hasta el ataúd. El niño estaba en mis brazos y me susurraba algunas cosas al oído. Otra señora se acerca al ataúd, ve a mi madre llorosa y la consuela <<ya está sentada al lado de Dios>>. Mi hijo dejó los susurros a un lado y dijo <<estará sentada al lado de la señora que murió la semana pasada>>. <<Imagino que sí, porque tía Petra se murió antes y antes que ella otra gente, ¿recuerdas el día que fuimos al circo y nos tocó sentarnos muy atrás? Más o menos así debe ser. >> Mi hijo parecía entender, más aún cuando mi madre nos golpeó por el cuello a los dos, le quedó claro <<esas cosas no se dicen>> nos dijo, mientras besaba su rosario y se reía escondiendo sus dientes muy disimulada.
F. JaBieR

Comentarios

  1. Jajajajaja...Gracias JaBieR, me ha gustado mucho tu relato, realmente valoro mucho las cosas que me hacen sonreír, pero si me hacen reír a carcajadas las adoro, saludos.

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    1. Gracias a ti por tomarte el tiempo de leer, que bueno que lo disfrutaste. Hasta la próxima.

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