Samuel

(Parte 2)
     Samuel fue exiliado a una pequeña isla por haber matado a uno de sus compañeros de batalla.  Al llegar trajo consigo una serie de artilugios que tuvo que esconder de inmediato, eran ajenos al momento.  El lugar al que había llegado era uno lleno de supersticiones y cada vez que algún milagro salía a la luz, era atribuido a la magia, y la magia era condenada con la muerte.  Apartado de lo que conocía y enfrentándose a lo desconocido, Samuel hizo lo posible por pasar desapercibido. Salía en muy pocas ocasiones, tan pocas que las personas no conocieron su nombre hasta el día de su sentencia de ejecución. Cada vez que salía había alguien que le preguntaba si era nuevo en la región. Samuel pasaba los días encerrado en un pequeño cuartucho que él mismo había construido en las afueras. Casi siempre llegaba la noche y él se quedaba dormido sobre uno de sus libros. Al cabo de un tiempo un grupo de soldados, enviados del rey, llegaron en su búsqueda. Cuando se enteró cavó un gigantesco agujero y tiró todo el cuartucho en él. En una carreta acomodó lo que le pareció necesario, acomodó una carga de verduras,para disimular,  y huyó. Los soldados del rey estaban tras él, se le acercaban a cada instante. Samuel notó que cargar la carreta le restaba ventaja. La ocultó en un bosque espeso y corrió en círculos para despistar a los soldados. Entre vueltas y vueltas terminó por confundirse, perdió el sentido de la dirección, y con los puntos cardinales en desorden, encontró una hermosa y lujosa casa de madera. Una casa preciosa sembrada en medio de la desolación, sin embrago, sus ojos quedaron encantados y su corazón palpitó de felicidad. Una muchacha que vivía en la casa se inquietó mucho al sentir su presencia.  Samuel tocó a la puerta esperanzado en una buena jugada por parte del destino. La chica abrió, y en ese mismo instante, el tiempo se detuvo. Ella lo miró lentamente, sintió como el olor a exilio le salía por los poros. La chica se tranquilizó, y sin esfuerzo, todo retornó a su tiempo. << ¿Qué se te ofrece?>>. Samuel no pudo hablar, estaba embelesado. << Mi nombre es Everina y puedes pasar la noche aquí, si te vas ahora, los soldados te encontraran.>> Samuel entró a la casa sin pronunciar palabra, del bolso que había llevado consigo, sacó un artefacto con el que apuntó directamente a Everina. Ella no se había percatado de eso y tampoco de la presencia de un soldado tras la puerta. Una luz instantánea, pero potente, hizo sacudir a Everina, quien de inmediato, entre el estupor, sintió al soldado asechando.  Samuel no lo notó y no lo haría hasta el día que abandonó la casa. Ese día notó un jardín que crecía de repente, siempre que alguien llegaba a los alrededores preguntando por él.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Los tres cerditos: una historia de terror / The Three Little Pigs: A Terror Story

El calcetín rojo

Érase un Hombre que quería un corazón de piedra