Angustia

(Parte 3)


          Angustia, la hermana de Everina, llegó a la casa arrastrada por los rumores de que un hombre estaba viviendo con su hermana. Para desgracia de su nombre, llegó demasiado tarde. Samuel se había marchado hacía varias semanas. Cuando llegó a la casa casi no la reconoció, la madera estaba triste, opaca, envejecida como por un abandono.
Everina había cesado de llorar, pero en el suelo había un agujero húmedo que Angustia reconoció. Everina solía llorar mucho cuando era niña y sus lágrimas acumulaban tantos sentimientos, que cuando caían al suelo, comenzaban a agujerarlo. Angustia cortó un pequeño corazón de tela, y como siempre, lo pegó para cubrir la huella del llanto. Everina y Angustia se encontraron en el corredor, se dieron un fuerte abrazo y se compartieron las historias, Angustia prometió no dejar sola a su hermana y recordaría su promesa con pesar, el día que fue sentenciada. La casa detuvo su deterioro, pero no mejoró.
Llegada la cuarta semana Angustia salió en busca de provisiones, pasó por el jardín, que cada día estaba más vivo. Una mano verde extendió su mano para agarrar a Angustia por el cabello y lo logró, la haló con fuerza de clorofila viva. Angustia comenzó a gritar y Everina salió a su auxilio precipitada, los ojos le brillaron y las manos se perdieron dentro de un tallo verde. <<Hablaremos de este jardín cuando regrese>> dijo Angustia, quien no volvió hasta pasados tres días.
Para ese día la casa se había apolillado, todo su esqueleto estaba enfermo, pero se mantenía en pie. Angustia le pidió disculpas a Everina de mil formas, pero no hubo manera. Desde ese día no salió de la casa estáticamente deteriorada, y cada tarde la comida se servía fría, porque la flama encendida, no quemaba. Una mañana llegó a la casa un hombre joven que desencajaba del momento, tenía un olor atemporal. Lo primero que hizo al llegar fue preguntar por Everina. Sin muchas palabras le entregó a Everina un artefacto que también contrastaba con la época. Everina echó al joven de la casa y dejó el artefacto junto con las herramientas, donde nadie iría a buscarlo, porque nadie sabía que en aquella casa se guardaban herramientas que aún no se habían inventado.
Por su parte, Angustia seguía angustiándose, esta vez por todo.  Cargada de lo que sentía en la piel erizada, decidió contarle a Everina por qué se ausentó durante tres días.
Angustia estaba en el mercado, allí conoció a Román, un hombre que le aseguró conocerla y también a su hermana.  Angustia pensó que era un engaño y que quería dañarla, sin embargo, se quedó a escuchar lo que Román tenía que decirle. Sin muchas explicaciones que ofrecer, repitió las palabras que oyó de la boca de Román: “En cinco años encontrarás lo que Samuel te envió, tomarás la foto en tus manos y esperaras su regreso”. Everina se hizo un manojo de cosas raras, de conjuros disueltos con sal, las flores del jardín quedaron en medio de una metamorfosis, la casa se regeneraba y destruía por ratos, y por más que Everina buscó la cámara, no la encontró.
F. JaBieR


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