Saetas y rosas
Cuando la comida toca
el suelo, no debes comerla, se llena de gérmenes. Así estoy yo, tirado en el
suelo, con los gérmenes escalando mis bordes, subiendo a mi vientre. No los siento, pero estoy seguro que están intentando
entrar en mí, meterse por alguna herida mal cerrada para infectarme, espero no encuentren
esa entrada. Ese corte que me hice en el dedo con las espinas de una rosa
afilada que tenía para regalarte. Fue cuando desarmaba a aquella flor que me
corté. Sin embargo, eso no explica como llegué al suelo, como llegué a estar
aquí con los gérmenes, colocándoles las puertas de mis entrañas a su altura. Mientras
le quitaba las espinas a la flor, toqué una de las espinas, la que me cortó el
dedo, la que llegó profundo. Me detuve frente a la ventana. Tenía la mirada
perdida, perdida como la bala que me impactó. No vino de ninguna parte, solo
apareció allí para herirme como nada y tumbarme al piso. Así fue como llegué al
suelo. Sostuve la flor en la mano, su tallo está manchado con la sangre de mi
dedo. Oigo las luces, me levantan, no puedo sostener la flor. Por si no
regreso, quiero que sepas, que la flor es para ti.
F. JaBieR
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