Otro autobús, otra Rosa Parks: Eventos del siglo XXI






"La unica cansada era yo, cansada de ceder" 
Rosa Parks

La estrategia
La sociedad la había construido para oprimirla, para mantenerla en el último eslabón de la cadena alimenticia, para mantener su boca cerrada aun cuando podía hablar. Ella hablaba con todos, pero más con los de su clase, los negros. Abordaba el autobús temprano en la mañana. La mayoría de la gente que estaba en el autobús a la hora que ella iba pensaban que trabajaba como secretaria o cajera en algún lugar, pero ella no era empleada de nadie, ella era su propia jefa. Aunque su trabajo como abogada le dejaba jugosas ganancias, ella prefería tomar el autobús, compartir el viaje con otra gente destinada a sus lugares.  Así fue como conoció al caballero. Él era un hombre elegante, engabanado, con el nudo de la corbata bien ajustado y con la piel blanca como la nieve. Todas las mañanas saludaba al chofer y el chofer le respondía el saludo con entusiasmo, lo que hacía evidente que el caballero había sido pasajero por largo tiempo. Siempre ocupaba los asientos del frente, el par que está justo después de la puerta, se sentaba con la vista hacia el frente y jamás volteaba, él en un asiento y su maletín en el otro. Todos los días era lo mismo, al menos para ella que recién se había mudado a aquel lugar y comenzaba a conocer cómo funcionaba todo. Como el tiempo a veces es caprichoso y el destino confunde las fechas, aquella mañana cuando ella subió al autobús su asiento habitual estaba ocupado, así que decidió sentarse en uno de los asientos del frente, uno del par que estaba junto a la puerta. Ella no dejó de sonreír hasta que subió el caballero. Como de costumbre él saludó al chofer. Sin embargo, cuando vio su asiento ocupado por una negra dijo: “dirty nigger”. No se sentó junto a ella, pasó de largo por la fila de asientos y se sentó al final de todos. Desde ese día ella decidió sentarse cada día en los asientos delanteros. Cada día, sin dejar uno, el caballero, al pasar por su lado decía: “dirty nigger” “disgusting” “poor nigger” “human waste” “go back to where you belong”…. En total ella contó 235 insultos.  Durante casi un año ella escuchó cada insulto y no dijo nada y nunca lo haría. Llegaba cada noche a su casa, molesta, iracunda, furibunda. Su esposo hasta le preguntó quién era el tipo para ir a darle una buena y merecida golpiza. Incluso sus hijos e hijas adolescentes quisieron tomar cartas en el asunto. Ella no lo permitió. Su familia no entendía como ella permitía que eso pasara, no podían entender porque no se defendía, porque no tomaba acción legal en contra de aquel caballero.

El desenlace
        ¡Lo voy a matar! - dijo aquella mañana durante el desayuno. Todos la miraron con asombro, desde el esposo hasta el gato.  ¿Cómo que lo vas a matar? - Replicaron. Hoy cuando se suba al autobús, lo voy a matar. – Argumentó.  No puedes hacer eso, no puedes ir por ahí matando gente. - Repudió el esposo. No se metan, esto es entre él y yo. - Dijo mientras cerraba la puerta. Como todas las mañanas esperó el autobús, no estaba nerviosa, al contrario, estaba templada como tambor de guerra. El autobús llegó y ella se sentó en el primer sillón, para su suerte, aquella mañana el autobús estaba repleto y solo quedaba el asiento a su lado.  El caballero subió al autobús. Miró. Al darse cuenta del siniestro se asqueó. Mejor muerto antes que sentarse en el asiento que estaba libre. Así que se dispuso a pasar por el pasillo para sujetarse del tubo y permanecer de pie, pero ella se interpuso. En un instante se puso en pie. Resbalaron por su inmensidad todas sus intenciones. Ella estaba frente a él, con el pecho firme, la espalda recta y el orgullo intacto. El caballero hizo para alejarse, pero ella no lo permitió. Con sus negras manos sujetó su cara. Muy ferviente lo acercó. Él vio aquella bemba hermosa, pero negra. Ella le plantó un beso, un beso de chocolate, un beso de Antillas, un beso de historia. Aquel fue el beso de los besos, fue un beso suculento, jugoso, carnoso, colorao’. Cuando lo despegó, él tenía la boca enrojecida, aquel caballero estaba muerto en vida. Ella se sentó, como la dama que era, con el orgullo presente, con una sonrisa curveada por la satisfacción de haber vencido, de haber sido mejor persona que él. Luego de aquella lección, jamás se le volvió a ver a él. Sin embargo, ella tiene besos de sobra.
F. JaBieR

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