Déjà vu
La primera vez que vi
el futuro tenía tres años y vi mi propia muerte. Para aquel entonces desconocía
que era yo. Pero aquella imagen jamás se borró de mi mente. Conforme fue
pasando el tiempo, otros sucesos que veía en mis lapsus, comenzaron a hacerse
reales. Cada día que pasaba, mi yo niño se parecía más al joven que iba a morir
en un futuro. Me estaba convirtiendo en mí, me encaminaba a mi propia muerte.
Cuando hablé de mi capacidad de ver el futuro no faltó quien me dijera
mentiroso, farsante, endemoniado…. Por eso me guardé el secreto de mi muerte.
Fue un error. Viví mi vida con
normalidad hasta que me di cuenta de que el que moriría era yo. ¿Cómo se vive
sabiendo cómo vas a morir? Se vive en la ignorancia, como todos, desconociendo
el día y la hora. Había muchas cosas que desconocía de mi vida, como que tuve
un hermano. Tampoco sabía que mis padres no eran mis padres. De eso me enteré
un día cuando soñé que un extraño visitaba la casa. Hubo cosas de las que
preferiría no haberme enterado. Pero ahora las sé. No hubiese querido saber que
mi perro moriría intentando cruzar la calle, que un auto rojo lo arrollaría y
lo dejaría tirado en el zafacón. Hubiese sido suficiente con encontrarlo allí
podrido una sola vez, pero yo lo vi antes. He visto el futuro un sinnúmero de
involuntarias veces. Pero lo más que me preocupa es mi primer recuerdo, mi
primera visión, mi propio destino. En la
visión que tuve sobre mi muerte, mi hermana adoptiva Maricarmen tenía un yeso
en la mano izquierda, con la que escribe. Mi padre estaba recién operado de un riñón y
cargaba con una bolsa de esas que se usan para orinar. Mi madre llegaba tarde, como siempre. Y yo
los veía a todos a mi alrededor, e incluso podía verme viéndome, como si mi
alma se hubiese despegado de mi cuerpo. Fue una escena bastante fatídica para un niño
de tres años. También recuerdo a Joi, el hijo de mi prima, que observaba mi
herida y la sangre que me brotaba mojaba las ruedas de su patineta. Yo estaba
en la carretera, respirando, apagándome. Y eso es todo lo que recuerdo, hasta
ahí llega mi visión. ¿Cuánto falta para que esto suceda? No lo sé. Nunca he podido precisar el momento
exacto, a veces solo llega, como la vez que recordé el presagio del niño que se
cayó en la escuela. Lo recordé luego de que ya se había caído. Tal vez hubiese podido prevenir el accidente
si hubiese visto todos los elementos antes, el niño que chupaba la paleta, el
que jugaba con el carrito de bomberos, el que lo empujó, el que construía el
fuerte de piedra contra el que se dio.
Apenas tenía cinco años, apenas hace un mes operaron a mi papá de un riñón.
Para cuando mi hermana se rompió el
brazo pensé que mi padre ya no tendría la bolsa de orín, pensé que por primera
vez el futuro se había equivocado conmigo. Pero nunca se equivoca, mis visiones
son precisas, como lo fue durante la boda de mi mejor amigo. El traje, el ramo,
las flores, quien alcanzó el ramo, su divorcio a los tres días. Todo pasó como
lo vi en uno de mis lapsus. Mi hermana alcanzó los seis meses con el yeso. Su
brazo intentaba reparar tres roturas graves que el médico dijo en menos de un
año sanarían. Entonces menos de un año es lo que falta para que se cumpla mi
destino. Al menos eso pensaba hasta que
llegó un lapsus que me dio vueltas la cabeza. Me vi llegando a casa con una
muchacha, le di un beso en la boca y la tomé de la mano, como si le pidiera ánimos
para tocar la puerta. Para ese momento no supe si iba a morir o no. Las
visiones jamás fallan incluso las que he tenido sobre mí. Como mi primera vez. En un lapsus muy breve
vi como intentaba intimar salvajemente con una muchacha que me revolvía los
demonios, pero en el intento caí por una baranda y me quedé desnudo, de cabeza y
con un pie secuestrado por el hueco de una reja. La visión y la realidad fueron
exactamente iguales. Mi vergüenza cuando, los no futuros suegros fueron a
sacarme. Nunca se equivocó, hasta ese día en que me vi morir y luego llegar a
casa. El futuro no se equivocó ni el día en que mi primo me extorsionó para que
adivinara los números de la lotería. No
sé cómo pasó, pero no hubo error porque a mi primo jamás lo volví a ver.
Ya no faltaba nada para que se
cumpliera cualquiera fuese mi destino, así que me senté a esperarlo. Y llegó.
Tocaron a la puerta una mañana cuando todos estábamos en casa, excepto mi madre
que siempre llegaba tarde. Entonces supe que ese era el día. La puerta seguía insistiendo
para que fuese abierta, mi hermana y mi padre no estaban en condiciones de avanzar.
Por un momento me miré al espejo. Me di una sonrisa, quien sabe por qué. La
puerta seguía insistente, y yo me enredaba en la escalera colocándome una
camisa. Ya voy, grité. Me acomodé, respiré profundo y abrí la puerta. Todo el
futuro me dio de golpe. No fue un lapsus, fue una explosión de pequeños retazos
que nunca había podido unir, visiones sobre mí que jamás habían sucedido. Le pedí
que pasaran, mi padre y mi hermana se quedaron estupefactos cuando los recién llegados
comenzaron a explicar. Mi madre llegó. Casi infarta cuando cruzó la puerta. Nos
sentamos en la sala. Parecíamos una comunión de extraterrestres intentando entender,
la novia explicaba, él explicaba, mi hermana asentía, mi padre no sabía y mi
madre desconocía. A mí no me hizo falta nada. Él era igual a mí. Él y yo
compartimos útero. Él no tenía las visiones, pero las visiones que yo he tenido
todo este tiempo son de él. Ahora, ¿Cómo le explico a mi recién conocido
hermano gemelo que va a morir? Era más fácil cuando pensaba que era yo.
F. JaBieR
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