Microcuentos de escalofríos




Reflejo
Se detuvo frente al espejo para peinarse, su esposo la veía, se deleitaba. Entonces ella se volteó para decirle algo. Él la miró aterrado. Y el reflejo, se quedó observándolos.

Vampiresco
Estando en la bahía quiso tomar una foto. Con la luz del sol adecuada la foto quedaría estupenda. Se tomó varios “selfies”. Al llegar a su casa revisó las fotos y en ninguna estaba su imagen.

Encías
Se lavaba la boca. Hizo algunas gárgaras y escupió todos sus dientes en un buche sobre el lavamanos.

Nocturno
Mientras se revolcaba con su amante, dos ojos obscuros observaban tras la ventana.

Aliento
Se sentó en una silla, para ver cómo se asfixiaba.

El monstruo bajo la cama
          - ¡Ahí no hay nada, déjate de niñerías!
          Al día siguiente la cama amaneció vacía.

La caja
Iba a salir a la tienda a comprar algo. Como su casa quedaba alejada de todo, pensó que podría dejarla abierta en lo que iba a la tienda. Pensó que si encendía el televisor nadie entraría a la casa porque pensarían que había alguien. Tomó su cartera, el dinero y el control remoto. Encendió el televisor. No se veía nada, tocó algunos botones y la pantalla se quedó en negro, pero se reprodujo un sonido repetitivo:
          “Ya te encontramos”.

La soga
          En el tope de una montaña, alejada de la civilización y al borde de un precipicio, hay una soga que cuelga de la rama de un árbol, y en la parte inferior se hace un círculo que cierra con un nudo corredizo. El camino para llegar es tan dificultoso y estrecho que solo puede ir una persona. Lo que no se sabe es cómo si nadie regresa, la soga siempre está vacía.


Apariciones
La vio pidiendo que la llevaran a su casa. La subió en su auto y la acompañó hasta una casa que parecía estar abandonada. Se despidió. Ella le agradeció y se fue a la casa. Cuando su madre la vio llegar le dijo: “entonces si es cierto eso de que puedes hablar con los vivos”.

Juego de niños
El niño jugaba en el patio de la escuela. Trepaba por las escaleras, los columpios, el tobogán, jugaba por todas partes. Se subió junto con otros niños a un castillo que había justo en el medio del patio, del castillo subía un tipo de cubo hecho con escaleras. Cuando estuvo en la cima, otro niño lo empujó.  Cayó al suelo sobre su pequeña mano, azotó de golpe su rostro contra la tierra, todas las madres apalancadas en el patio lo vieron. No lloró. Se puso en pie, su mano estaba rota y era evidente. Miró al niño que lo había empujado, mojó sus labios con la lengua apetitosa y apretó el puño de su mano rota, solo se escuchó un “crack”, antes de que los niños siguieran jugando. 

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