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Mi-crocuentos

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El momento exacto -Si mi vida fuese a ser relatada de alguna forma me gustaría que fuese un microcuento. Serían pocas palabras, tal vez algo confusas… el resto de la historia estaría en la mente del lector, y en ese momento exacto, entenderíamos, que el grueso de una historia no se mide en sus palabras. Momentos Millones de momentos atrás, llegué a la vida. Momentos atrás, pero no tantos, pensaba en cómo decirles esto. Hace muchos momentos, esta vez bastantes, tuve la oportunidad de contar historias, en esos momentos, que ahora son pasado, contaba lo que me venía a la mente, sin propósito alguno. En cambio, ahora, en este momento, escribo con intención, con la intención de que este momento sea nuestro, tuyo y mío. Yo Hablar de mi no es algo que me guste, sin embargo, lo hago en exceso. Durante años he dejado las cosas escondidas a simple vista, para que nadie las vea. En cambio, hoy estoy hablando de mí, de las cosas que hago, como un mago revelando un secreto. Bu

El niño importado

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Ellos sabían de antemano que sería una tarea ardua, más que ardua, mezquina. Tanto así que habían preparado algunos sobornos con anticipación, no tanto por voluntad propia, más bien, fueron sugerencias inocentes que soltaron al aire los abogados. Se enfrentaban a una adopción trans-oceánica, a sacar a un niño del seno de su mundo para traerlo a una tierra hostil. Por supuesto, los padres adoptivos no eran ningunos fulanos, estaban a la altura de los Fonalledas y de hecho los futuros padres también eran dueños de un centro comercial. Desde allá arriba, trepados unos metros más arriba del vértigo, comenzaron los trámites para importar al niño a la isla. La legalidad iba a tomar tiempo, decían los abogados. El niño nació un 23 de julio y sin saberlo ya tenía su primer boleto de avión comprado. Los padres aterrizaron en Taiwan dos días antes del parto, se aseguraron de tener todos los papeles a mano. Cuando nació el niño lo cargaron en brazos, lo arrullaron y aguantaron las ganas d

La paradoja de la teletrasportación

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Se concentró, durante horas miró fijamente a la pared. Él sabía que podía lograrlo, al menos estaba convencido de que sería así. Fue su sueño desde niño, poder trasportarse usando solo su mente. Las horas de intentos se agruparon en días, los días en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Nunca pasó nada, solo el tiempo le pasaba por encima de un lado a otro. Pese a sus largos ratos de concentración no dieron resultado, no tuvo otro remedio que reducir el tiempo de práctica a solo unas horas al día. El tiempo que pasaba sin mirar la pared era grandioso, viajó, conoció personas, se tiró en paracaídas, hizo todo lo que pudo por sentirse vivo…pero el final de cada día era siempre la misma escena: él mirando concentrado hacia una pared. En un momento de frustración, por no lograr su sueño, el amor llegó a su vida. Él no podía creerlo, su vida había tomado un sentido diferente, se sentía feliz, enamorado, elevado a otra dimensión, pero igual, cada noche la mirada concentrada

El corazón de la manzana

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Todos decían conocerlo. Lo saludaban al verlo, le preguntaban por la familia, por la salud, por sus logros y por algunas otras historias y anécdotas. Él a veces se asustaba, era todo muy por encima. Aun así, se daba a conocer, se prestaba al cariño de las personas. Todos hablaban cosas buenas de él, tal vez algunos malos comentarios por algunas rarezas, pero nada superaba los buenos comentarios. En las fiestas todos se divertían, bailaban, cantaban y festejaban con él. Fue en una fiesta, precisamente, donde conoció a María Luisa quien llegó a conocerlo más que nadie. Pasó gran parte de la vida a su lado, lo conoció joven, experimentó con él todos los cambios del tiempo y reafirmó lo que todos demás decían conocer de él. La mayor parte del tiempo, él era de todos aquellos   que lo conocían, excepto por unas horas que se encerraba en su alcoba y se ocultaba del mundo, las miradas e incluso de sí mismo. Todos los que lo conocían, incluso María Luisa, ignoraban lo que él hacía ence

Salmo 23 y ¾ / Psalm 23 3/4

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English Ese señor es mi pastor y a él nada le faltará. Entre los verdes “Washingtones” podrá descansar, pues mi sudor a su reposo conduce. Restaura mi alma, adormece mis sentidos de conciencia, para ganar popularidad. Cuando su valle está en sombra, nos vende la palabra gratuita de Dios, se dice el elegido y se esconde en su mansión. El pastor protege de los lobos, el diezmo de las ovejas. Su vara y su cayado han fundido varios herederos. Ha pasado en la mesa, en la cama, en el suelo, ungidas con perfume, con la copa rebosando y demonios exorcizando. Ciertamente, se sabe todos los trucos, mañas y astucias, Muchos lo seguirán disque a la casa del Señor, pero ese mi pastor, viaja en jet privado a donde quiere aterrizar. Amén. F. JaBieR

Esquimal / Eskimo

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English La gran migración trajo consigo mucha esperanza, para algunos, para aquellos que fueron regados con esa agua bendita por el azar. Suertudos o no, todos caminaron hacia un nuevo destino, no para vivir en algo mejor, si no para no morir en donde estaban. La era de hielo se acercaba, por eso cambiaron su vestimenta fresca por pieles soberbias contra el frío. El esquimal fue encontrado atrapado en el hielo, muchísimos años más tarde, con todo el frío petrificado en sus pulmones, deteniendo el tiempo en la sensación del infinito.   Tenía la mirada perdida. Los científicos analizaban datos para determinar cómo había terminado en aquella barra de hielo. Los estaba viendo, quería decirles la verdad, contarles cómo pasó todo, pero no podía. Estaban frente a mí y no me veían, yo también estaba allí, metido en la pared de hielo, si no me descubren jamás sabrán el mal día que tuvimos.

Columpiarse

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Siempre amó los columpios, desde niña iba cada tarde a mecerse y a cantar durante horas. Todos la veían divertirse en su vaivén de viento convertido en canciones. Su mamá la veía desde la ventana y sonreía cuando la veía cantar. La niña creció, de joven siguió meciéndose, esta vez enamorada del joven que la mecía, de los amores que la mecieron. Ya adulta, seguía meciéndose, recordando sus amores, cantando en voz alta. Cuando se hizo mayor, tan mayor que no podía mecerse, solo iba y se sentaba en el columpio bajo el árbol y cantaba. Así pasó su vida, cantándole en secreto a un árbol que perdió todas sus hojas cuando ella partió. F. JaBieR