Columpiarse



Siempre amó los columpios, desde niña iba cada tarde a mecerse y a cantar durante horas. Todos la veían divertirse en su vaivén de viento convertido en canciones. Su mamá la veía desde la ventana y sonreía cuando la veía cantar. La niña creció, de joven siguió meciéndose, esta vez enamorada del joven que la mecía, de los amores que la mecieron. Ya adulta, seguía meciéndose, recordando sus amores, cantando en voz alta. Cuando se hizo mayor, tan mayor que no podía mecerse, solo iba y se sentaba en el columpio bajo el árbol y cantaba. Así pasó su vida, cantándole en secreto a un árbol que perdió todas sus hojas cuando ella partió.
F. JaBieR

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Los tres cerditos: una historia de terror / The Three Little Pigs: A Terror Story

El calcetín rojo

Érase un Hombre que quería un corazón de piedra