Cuando llegue la tormenta


En un lugar que el destino escogió al azar, vivía un hombre muy extraño. Literalmente extraño. Según se cuenta, el hombre germinó el 20 de noviembre de 1977.   No hay razón humana que  explique la existencia  del hombre. Esto debido a que en lugar de piernas tiene raíces.  Debe decirse que para los científicos este hombre es  el caso más interesante que ha existido. Me parece que para todos, un hombre que en lugar de piernas tenga raíces, es un evento sin precedentes. Por cierto,  el hombre se llama Alex.

          Alex no recuerda absolutamente nada de su niñez, lo único que sabe con certeza es que posee unas fuertes raíces que lo sujetan al suelo. Alex es muy querido por todos, las personas siempre han estado a su lado apoyándolo, regándolo, abonando su tierra y haciéndole compañía.  Incluso un grupo de personas prepararon una especie de techo para que Alex no se quemara con el sol. Se podría decir que la vida de  Alex  es como la de cualquier árbol, solo que con problemas más graves. Cuando Alex tenía  15 años Diana se enamoró de él.  Esta historia no debe faltarle a la verdad, por eso se debe decir que Diana era la chica que todos los jóvenes del lugar querían tener de novia. Sin embargo, el amor de Diana era Alex. No crean que Alex era feo, para nada. El mayor problema era que Alex estaba atado al suelo. Aun así Diana iba a verlo todos los días, le leía cuentos, le hablaba de las cosas que sucedían y le confesaba todo lo que sentía. Un día Diana pensó que podría trasplantar a Alex, así que le hizo esa proposición.

          Alex la quería mucho pero no podía imaginar cómo sería su vida condenado a un tiesto. No sucedió nada. Durante años Diana visitó a Alex, hablaron de miles de cosas  pero solo una le causó gran dolor a Diana. Eso fue el día en que conversaban acerca de los sueños de cada uno.  Diana quería ser nadadora profesional y Alex quería volar. Diana sabía que era imposible que Alex pudiera volar, así que lo consolaba diciéndole que muchas personas jamás despegan sus pies del suelo.

-No sé por qué desperdician su capacidad de moverse, si pudiera ya hubiese recorrido el mundo.

-No creas que tú eres el único que tienes raíces.

-¿Hay otros como yo? ¿Han logrado moverse?

-No exactamente, creo que tus raíces son las únicas que son literalmente raíces. Pero muchos humanos nos aferramos a distintas cosas, a la familia, a los amigos, al dinero, entre otras miles de  cosas.  Es por eso que digo que todos tenemos una que otra raíz que no nos deja movernos de donde estamos. JAJA… Estoy segura de que hay personas que tienen más raíces que tú.

-Esas raíces tienen remedio, al menos eso creo yo. Solo es cuestión de reconocer cuáles son tus raíces y liberarte de algunas de ellas.

-Supongo que tienes razón. Siempre hacen falta las raíces, si no las tuviésemos, igual que tú seríamos vulnerables, débiles y muchas otras cosas. El punto es que no hay que mantenerse atado por siempre.

- ¿Por qué las personas no lo hacen? ¿Qué les pasa? ¿Están todos locos?

- No, eras tan lindo y tan distinto a todos. Hay quienes se enamoran de sus raíces  y permanecen atados toda la vida. Algunas personas logran liberarse y ser felices. También hay personas a las que se les hace tarde.

- ¿Tarde?

-Sí. Cada día que pasa las raíces  se hacen más fuertes lo que hace más fuerte el abrazo inseparable, eso debes saberlo.

- Lo sé, pero creo que nunca es tarde.

-Quien sabe…

          Luego de esta conversación hubo otras. Sin embargo, Diana no podía olvidar las ansias de volar que tenía Alex. Una tarde todo el lugar se alborotó, un fuerte huracán asechaba. Se esperaba que cuando el anochecer sacara la luna de su empaque, los vientos azotaran y devastaran la región.  Alex se enteró de la noticia, se sintió estremecido y una corriente eléctrica hizo vibrar sus raíces. Pasadas unas pocas horas toda la gente del pueblo se reunió para hacerle un refugio a Alex. Ya estaba todo planeado y mientras construían  el pequeño fuerte Alex y Diana conversaban.

-Diana, debo pedirte que le digas a todos que no quiero que me protejan.

-¿Qué? ¿Estás loco?

-No. Solo quiero estar al aire libre.

- Esto es una estupidez. ¿Por qué harías una cosa así?

- Debes saberlo.

- Entiendo, la tormenta te liberará de tus raíces. 

-Si es tan fuerte como dicen, la tormenta me elevará por los cielos.

-No podré ayudarte.

- ¿Por qué? Si tú no lo haces, nadie lo hará. Todos intentan protegerme.

-No lo puedo hacer, no quiero que te vayas.

-Por favor.

-¡No lo haré!

-Te veré mañana.

          Antes de que llegara la noche, Alex quedó protegido. Llegada la noche el viento comenzó a soplar, primero despacio… luego el viento atropelló, con una fuerza impresionante,  todo lo que estaba a su paso. Alex estaba solo dentro del refugio que le habían construido, por su rostro se deslizaban dos lágrimas que se resignaban a perder su única oportunidad de desprenderse del suelo. De repente todo estuvo en calma. Solo un estruendo perturbaba el refugio de Alex. Era Diana  que intentaba romper la puerta y entrar con Alex. Tardó un poco pero lo logró.

-Lo haré  por ti Alex, te quiero inmensamente y quiero que seas feliz.

-Gracias.

          Esa fue la última conversación entre Diana y Alex. Diana volvió a refugiarse y el viento volvió a soplar, esta vez más fuerte. Fue una noche tormentosa. A la mañana siguiente Diana estaba donde debía estar Alex, por sus mejillas se asomaban dos lágrimas agridulces.  

          Nadie sabe que sucedió luego del huracán, sin embargo, Diana mantiene una sonrisa en su rostro y viste el sombrero que siempre usaba Alex. Luego de muchos años alguien le preguntó a Diana a cerca del sombrero. Ella le dijo a esa persona que la historia de ese sombrero era muy bonita y sonrió como si supiera que las raíces de Alex  lo mantenían vivo en lo alto de las nubes.

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