Sueños pre-cocidos y para microondas
Movida por la fuerza de las
constelaciones, se encontraba nuestra nave espacial. Se podría decir que estábamos a la deriva en
pleno espacio. El espacio es lo
suficientemente enorme como para perderse en un segundo. Nada diferente a la tierra: vas manejando, descuidas
el volante para enviar un mensaje de texto y… ¡Zas!... Ya estás atrapado entre
la vida y la muerte. Pilotear una nave interplanetaria es mucho más complejo.
-¿A dónde vamos?
-A los Estados Unidos.
- ¿Por qué? ¿Hay alguna razón para
atravesar toda una galaxia solo para ir a los Estados Unidos?
-Sí.
-¿Cuál es esa razón?
-El sueño americano.
-Espera. ¿Viajamos hacia Marte o hacia
los Estados Unidos?
- Ya te dije, allí podré superarme.
-Lo sé, eres muy hábil en lo que haces.
Supongo que conseguirás un buen trabajo y podrás vivir cómodamente. Aun así, yo preferiría ir a Marte.
-¿Quién está a cargo de la nave hoy?
-Tú.
-Listo, vamos a donde yo digo.
-Ok. Espero que el sueño americano no
sea solo un sueño enpastilla’o.
-¿Qué dices?
- Siempre hablan de ese dichoso sueño
como si fuese la cúspide de la vida, pero no me extrañaría que cada noche ese sueño se tenga que tomar
alguna píldoras para poder dormir.
-No digas tonterías, eso depende de
cada persona.
- Eso es cierto. Yo solo digo que hay
cosas de buena apariencia pero sin
entrañas.
-Yo voy a luchar, la vida apenas
empieza.
-¿Y el corazón qué?
-Lo de siempre, se queda allí en ese
lugar donde mis alas disfrutaron de las
primeras brisas. Las cosas están malas.
-¡Hace años! He leído al menos unos 1000
libros y todos cuentan alguna crisis histórica. Al parecer este mundo está en
decadencia desde que se inventó. ¿Cómo
piensas evitar los meteoritos?
-Ya ni los evito, los cráteres están
hechos.
-No me imagino. ¿Son como una laguna
emocional que te hacen sentir incompleto?
-Sí, aunque no diría incompleto; tal vez
adolorido. Es difícil ser un astronauta y ver que todo lo que amas se queda
allá abajo, allí en ese pequeño punto azul que se pierde en un millón de
chispas celestiales.
-Todo cambia en un segundo. ¿Verdad?
-Sí, pero hay que hacerlo.
-Deberías volver a dibujar el panel de
control, el agua siempre daña los
botones de nuestra nave.
-Es lo que tiene la tiza, puedes dibujar
lo que quieras con ella pero el agua siempre borra el dibujo.
-Eso es bueno, así siempre puedes volver
a dibujar aquellas cosas que quedaron mal.
-Te irás en un avión normal o tendremos
que convertir nuestra nave en un avión comercial.
- Me iré en uno de los de verdad.
-Bien. ¿Qué te parece si algún día
cuento nuestra historia?
-¿De qué historia hablas?
- No lo sé, pero me gusta el título.
-¿Qué título?
-Sueños pre-cocidos y para microondas.
-¿De qué va a tratar?
-No lo sé.
-Nadie te entiende. Por mi parte digo
que me va a ir bien, te lo aseguro.
-Eso espero, sé que no te vas a dar por
vencido. Deseo que la felicidad sea ese camino hacia el interesante y
desconocido futuro. Te lo mereces, siempre has tenido un corazón noble lleno de
amor, alegría y esperanza. Eso sí, no olvides que las aves desplumadas, mejor
conocidas como aviones, no pueden sobrepasar la atmósfera. Eso no quiere decir
que el cielo es el límite, al contrario, ya sabes que el universo es infinito y
que con la fuerza del corazón se llega más lejos que con el petróleo. No te
dejes engañar, te dirán que el dinero lo es todo en la vida. No te lo dirán
directamente pero cada segundo está lleno de algún invento para atraparte en un
juego incomprensible. En este mundo flotan de la mano lo trivial y lo profundo,
la vida no se trata de sobrevivir, se trata de vivir. Sé que sabes todo esto,
solo quería que supieras que te apoyo en tu misión. ¡Ah! No compres de esos
sueños pre-cocidos… vive tu realidad y crea tus propios sueños. Ya dejemos
estos asuntos. Volvamos a jugar, esto aún
no sucede.
-¿Qué no sucede?
-Nada de esto, aún es domingo y estamos
donde siempre. Sí, en la esquina de la casa de abuelo jugando a los
astronautas. Anda y termina de dibujar los botones, una nave interplanetaria está
a punto de despegar.
Aquel domingo despegó la nave espacial
con los tripulantes más peculiares del mundo. Cuenta la historia que un día los
dos astronautas dejaron de viajar, no por falta de sueños, solo hubo cambios en
la ruta de cada uno. El mayor de ellos se hizo amante del arte y la cocina.
Esto lo llevó a domar un ave desplumada que lo colocó en la puerta del nuevo comienzo. “Que la fuerza lo acompañe” y
que la vida lo sorprenda con la mayor de las alegrías. El otro
astronauta cuenta esta anti-gravitacional historia, confiando en que un día la falta de
gravedad elevará los sueños más allá de las estrellas.
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