Blanca Nieves en Nueva York
Blanca Nieves había despertado en Nueva
York. En su mente no había rastro de castillos, príncipes y mucho menos de enanos. Estaba aturdida y miraba a todas partes. Sus tripas
comenzaban a retorcerse por el hambre. De repente, vio una tienda cuyo escaparate le
parecía familiar: “Pleasure, the new happy ever after”. El hambre y su inocente
instinto movieron sus pies hasta la tienda. El sitio era algo obscuro y un
silencio incómodo daba la impresión de poder ser descubierto, pero Blanca Nieves
no tenía opción. Al entrar, una mujer en poca ropa la atendió.
-Buenas, aun no abrimos y tú no
tienes edad para estar aquí.
- Lo siento.
¿Tiene algo de comer? Estoy muy hambrienta.
-Tenemos muchas cosas (dijo con sonrisa burlona), pero tú eres muy joven para comprarlas.
Apiadándose de la palidecida Blanca Nieves la mujer le dijo:
-Lo único que te puedo dar es una manzana.
La mujer fue tras el mostrador y del escaparate tomó una jugosa manzana. Blanca Nieves estiró su brazo para alcanzarla pero la mujer la alejó.
Apiadándose de la palidecida Blanca Nieves la mujer le dijo:
-Lo único que te puedo dar es una manzana.
La mujer fue tras el mostrador y del escaparate tomó una jugosa manzana. Blanca Nieves estiró su brazo para alcanzarla pero la mujer la alejó.
- Tienes que darme algo a cambio de esta
manzana.
-No tengo nada. Estoy sola, perdida y
hambrienta en este lugar que desconozco.
- Con eso me basta.
La mujer dio a comer la manzana a Blanca Nieves, quien
de un beso devoró un pedazo. Casi al instante,
Blanca Nieves se desplomó. ¡Tun! De la parte de atrás de la tienda salió
un hombre asustado por el ruido. Vio que Blanca Nieves estaba tirada en el piso
y dijo:
-Ya era tiempo Eva, necesitábamos carne
nueva para los clientes.
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