Cuatro locos y un sartén
Sentados, los cuatro, observando hacia el frente, con la
mirada perdida o quizás sumergida en una ironía, no decían nada. El miedo, los
locos no tienen miedo, el miedo es para los cuerdos, para aquel que tiene que
reprimir algo, es para aquellos que tienen que morderse la lengua hasta
sangrar, mientras le rascan los pies que apestan con una pluma de cisne. Con la
movilidad presente, sin amarras para atarlos, discutían sin hablarse.
1: Los elefantes, siii grandes elefantes, hicieron un
nido en la azotea. Siempre tan tontos, lo más correcto sería hacer sus nidos en
los árboles, si en los árboles, siiii como lo hacen los elefantes burgueses,
que con sus trompas se comen la fruta y cuando nacen los polluelos elefantitos
con sus trompas laaargas y grises, aplastan el árbol. La migración, se han quedado sin hábitat los
elefantes, por eso ahora vuelan hasta las azoteas.
2: Los huevos de rinoceronte son mejores, los cuelgan de
las telas de araña y las arañas no se los comen, porque son muy graannndes y se
indigestan. No hay nada peor que una indigestión con huevos de
rinoceronte. Pero yo nunca he tenido
problemas del estómago, supongo que me caerán bien, la radiación a mí no me ha
afectado, un poco si en eso de la visión doble, pero cuando cierro los ojos no
se me nota. Cierra los ojos, ciérralos, no lo veas, no veas lo que te molesta y
come huevos de rinoceronte antes de que la cría rompa el cascarón con su
tórrido cuerno o lo que sea, dibuja los problemas estomacales, como el hambre
que nos come vivos.
3: ¡UUUUU! Los románticos. Nada tiene mejor sabor que un huevo
romántico, a veces vienen como los de elefante con trompa y no es porqué están
enojados, es porque la trompa también se come. Mi madre decía que nooo, esos
huevos de elefante son veneno. Debe ser cierto, una vez mi padre se comió un
huevo de elefante con trompa y mi madre se desquició. Ahora mismo no sé qué odia más, si a los huevos, a los
elefantes o a las trompas, porque ella tampoco volvió a comerse una. Pero el romance, los huevos enamorados del
aceite…. ¡Qué sabor! Los refritos saben a odio y el odio sabe a pan y el pan a
migajas y las migajas a pobres y los pobres, los pobres no saben a nada. Se los
digo yo que he comido carne de elefante y… carnes verdes.
4: Los huevos, llevan tantos años consumiéndonos la vida.
Son los culpables de tooodas las desgracias, por eso las mujeres siempre han
sido mejores. Mi papá decía que nadie cocinaba huevos como mi madre. Eso sí que
eran huevos y no solo de amor, tenían yema de colores, de azules pálidos. Que
huevos los de mi madre para soportar a mi padre. Pero las hadas, siempre
pensando en ellas, todo bien, todo bien, secuestremos a los inoportunos,
secuestremos a la guerra, la maldad, y la paz; todas se hunden en el pozo.
1: ¿Qué? ¡El sartén! Quiere que cocinemos algo, lo dice
en el humo, mira. Humo negro que huele a guerra, quizás me quieres sugerir que
me prepare unos huevos presidenciales. No sé… a veces… intento creer que los
días duraran mucho y que podré saltar en un sartén lleno de aceite. Me asusta
el aceite, me asustan los aviones, el terrorismo, la crisis. El calor del
aceite, aumenta, me quedo pegado al sartén mientras una espátula me quiebra la
espalda, el caos, la locura y todo el mundo me ve, me ven con sus ojos de luz
mecánicos, los ojos que tienen en las manos, ojos blancos que me observan,
ahora, luego, por siempre, nunca. Los observaré mientras me miran, estás ahí,
lo sé.
2: Mentira, todo mentira, las arañas se comen los huevos
y luego los escupen en pequeñas arañitas indigestadas por el olor del cadáver.
Los que se fueron, nunca han regresado, han dejado los sartenes rebozando sobre
sus lápidas tibias. Los huevos también se han ido, se han quedado sin pollitos,
sin elefantes, sin crías. Debería volver a mi cascarón, allí no hay miedo. ¡SHHHH!
El miedo no existe, me lo comí esta mañana mezclado con la tocineta de un cerdo
judío o jodío, no entendí la etiqueta. Y los ratones se pasan comiendo huevos
de cigüeña, extinguen el futuro, serán condecorados héroes por el mundo animal.
Animales ciegos, no lo ven, nos encierran como si fuésemos bestias, si, si, si,
si, tú también eres cómplice, nosotros sabemos que no estamos locos.
3: Huevos de mentira, todos los días, todos los días, por
eso estamos tan delgados, nos estamos quedando en los huesos. Estaría mucho
mejor si alguien nos diera un huevo de verdad, con todo y su cascarón. Los
huevos de ahora vienen en plástico, la barbarie, huevos gigantes de dinosaurios
extintos, lo dijeron en la televisión, debe ser cierto. No debemos echarles sal, la sal se nos
acumula en los riñones y con la ira se nos entumece el estómago, y ellos lo
descubrieron. Los elefantes sobre los árboles, saben que los huevos de mentira
con sal nos cierran el hambre y la vista. Si es que tenemos ojos, hace mucho
que no los veo cuando me miro al espejo.
4: Debemos comer huevos de pobre, esos sí que son fáciles
de robar. Si les pagásemos algo por ellos seguiría siendo un robo. Debemos
dejar a todo pobre sin huevos, así de paso los exterminamos, estoy seguro de
que en eso piensan los elefantes y los rinocerontes. Si dejamos a los pobres
sin huevos, no podrá haber más pobres y seremos todos rinocerontes o elefantes.
Estoy muy inquieto, me asustan las alturas, los llanos, las montañas…me asusta
que el hambre me coma desde adentro.
Los cuatro se sirvieron del huevo que le habían robado al
elefante de la azotea. El sartén observaba a los cuatro locos disfrutando su
comida. Se puso de pie y dijo: “está es la última vez, dejemos que ellos
jueguen ahora”.
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