"Real movie"




Yo, cuando salió el sol, estaba desnudo frente al espejo. ¡Qué esperpento! Lo que veía era una línea delgada que dividía el espejo a la mitad. Dos tetillas pequeñas, un mechón de pelo cayendo sobre mi nariz y bueno otras cosas colgantes. No sé cómo asumí mi realidad aquella mañana. Con la ropa puesta no me veo tan mal, básicamente es como ver la ropa colgada de la percha. Desayuné rápido esa mañana, fue un desayuno de segundo año de universidad, par de cosas que no hacen juego con la salud. Me tragué todo, mis amigos llegaron temprano y empezaron a sonar la bocina a todo dar. Todos los vecinos se despertaron y empezaron a gritar y salieron hasta con bates para dar golpizas. Yo cerré la puerta de la entrada, bajé corriendo las escaleras y me subí al carro, dejándole a los vecinos un sabor a goma quemada en la calle.
Eso salió como en las películas, una huida exitosa. Goy iba con su novia Nati, conducía como un loco. Yo estaba asustado, confiaba en mi amigo, pero esa forma de conducir me estresaba. Iba en el asiento de atrás dando tumbos de un lado a otro, batiéndome como licuadora encendida. Me golpeé con la ventana, y como si fuese una película, vi cuando entramos a una esquina que comenzaba a verse abandonada. El carro se detuvo, abrí la puerta primero que todos, y vomité el mal desayuno de la mañana.
Aquella era mi primera vez, mi primera vez de todo. Estábamos en la fábrica abandonada de la Phaizer. Entramos como vándalos de película a la instalación olvidada por el mundo. Vimos todo el lugar, una amplia estancia donde se podía correr un maratón. Nos sentamos bajo una escalera, Goy sacó un poco de algo que encendió para tragarse el humo. Se lo pasó a Nati y luego a mí. A la tercera ronda veía todo de colores, nada se estaba en su lugar. Goy y Nati se habían quitado la ropa y corrían desnudos por todo el local. Yo los veía como los Ángeles pintados en el cielo de Miguel Ángel, yo hubiese estado pintado como uno de los diablos, junto con la rata verde azulada que pasaba por mi lado. Todo parecía moverse. Levemente, como una pluma que cae al vació, me quedé dormido.
Un ruido muy fuerte me despertó, mucho rato después. Estaba obscuro afuera y adentro. El sonido estridente que me hizo despertar fue el golpe de la puerta de entrada, se había cerrado. Empujé a Goy y a Nati de mis alrededores corpóreos. Tropecé con algunas botellas de licor que aun sentía en mis labios. Fui a la puerta de entrada y estaba sellada, empujé y golpeé para abrirla, pero no hubo nada que hacer. Aún peor, como el destino de aquellos que mordieron el fruto del bien y del mal. Me di cuenta de que estaba desnudo. Todos lo estábamos, en aquel Edén abandonado. Aquello parecía una película de poco presupuesto. Desperté a Goy y Nati, ellos no reaccionaron como yo esperaba, que me acompañaran en mi histeria, en mi claustrofobia a los lugares grandes. Se incorporaron, se besaron y se dieron cuenta de que su ropa no estaba allí. Corrección, nuestra ropa no estaba allí. Repito, no sé cómo asumí mi realidad aquella tarde. Toda mi realidad estaba expuesta, y se veía aun peor que vista por mis propios ojos. Subí las escaleras y en el techo encontré algunas prendas:  un sostén, un panti, un calzoncillo y un jean. Nos dividimos el tesoro y descubrí que le temía a las alturas.
          Entramos a la jaula vacía, revisamos las ventanas, las puertas, todo lo que había pero nada nos facilitaba salir. Si se preguntan por qué no utilizamos el celular para pedir ayuda, pues la respuesta es simple, algo hicimos con ellos, algo malo supongo y ya no están. Nos vimos obligados a pasar la noche allí, asustados, con un frío de película. Con lo que encontramos por las instalaciones hicimos una pequeña fogata, nos fumamos y bebimos lo que nos quedaba. Goy y Nati se durmieron, yo me fui a mirar por la ventana, tenía un mal presentimiento, ya no me quedaban uñas y no se me ocurría como salir de allí. Tenía mis ojos rojos y una hiperactividad implacable.
A las doce de la media noche escuché las sirenas. Las escuché acercarse. Vi la luz azul de la policía alumbrando las paredes. Desperté a Goy y a Nati. Se levantaron despavoridos. Estábamos en problemas. Mi primera vez, y estaba en problemas. En las películas al que no sabe nada es al que le pasa todo. Encontraremos una forma de escapar y yo por ser novato, me quedaré atrás. Estaba nervioso, sudando sobre un jean que era incomodísimo y me raspaba todo, encima se me caía porque no era mío y a mí me faltaba carne. Las luces se acercaban y nosotros no encontrábamos por donde salir. Las drogas el alcohol y quien sabe que otras cosas. Goy corrió a una ventana y con una silla reventó el cristal. Salí corriendo primero que todos, en las películas el que se queda atrás se jode. Me trepé por la ventana, pero Nati me agarró por el pantalón. Las damas primero-dijo. Con medio cuerpo en la ventana volteé mi torso y le dije- a las mujeres lindas no les pasa nada en las películas. Goy replicó- esto no es una película imbécil. Me empujó. Caí de sopetón en la calle, desvestido porque el jean se había quedado sujeto en las manos de Nati, quien salió después de mí y con las manos vacías. Goy tiró el jean por la ventana, me vestí con él sin desabotonarlo. Salimos los tres, en las películas al que corre menos lo atrapan, se lo comen los dinosaurios, los cocodrilos, los tiburones, los escarabajos…. Eso gritaba mientras corríamos hacia el carro.
Los policías ya estaban allí, rodeando el auto. Sigilosos como gatos en un muro, nos acercamos al carro y nos subimos. –Cierra la puerta. Me ordenó Goy. No podía cerrarla, en las películas, cuando hay silencio y alguien hace ruido, a ese es el que atrapan. Arrancó el motor y todos se dieron cuenta de la huida. Escapamos de la policía, no sé cómo.
A la mañana siguiente desperté y me coloqué de cabeza, tal vez para ver el mundo de una forma diferente. Todo en mi cuerpo se veía igual. Todo de alguna forma era diferente, áspero y aterciopelado. Repito, no sé cómo asumo la realidad de mis días.
F. JaBieR

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