Más abajo de la orilla





Volvió a hacer así con la manita y el otro volvió a contestar. Entonces Melodía sintió un súbito entusiasmo y un amor indecible por el otro negrito. Y se fue a buscarlo”.
José Luis Gonzales
(En el fondo del caño hay un negrito)


Y recuerdo a Melodía que se fue a buscar al otro negrito que se veía reflejado en el mar. Pobre Melodía. Pobre de mí que también me he querido lanzar a buscar en el mar mi reflejo. Esos viajes en barco sin ancla, de isla a isla, matan a uno, lo enloquecen. Yo he visto gente jugando con su reflejo en el fondo del caño. Ya adultos los he visto saltar en busca de su propio Melodía. He estado por retirarme de esto hace años, pero no hallo como dejar a esos que me heredaron al futuro.  Yo nací en Puerto Rico, inscrito en el hospital, con documentos y todos, de madre puertorriqueña y padre dominicano ¿o era al revés? Pero yo me metí a esto por ellos, por el recuerdo, por lástima con aquellas tortugas de mar volteadas sobre la arena, que aletean, pensando que el cielo es el mar. Y porque todos tenemos derecho a estar mejor. Siempre oprimidos, los unos sobre los otros. Yo los traigo de noche. Navego en el mar con los ojos cerrados. Ya me conozco las corrientes. Llegamos a la isla antes de que el sol despierte las calles. Nos escurrimos como cangrejos en la arenosa maleza. Siempre huyendo. Sin documentos, como si fuésemos un código de barras. Eso me dicen los pasajeros de este último viaje. Ya quieren desmontar las olas para empezar a vivir. Estas fueron las últimas personas que traje yo hasta la orilla. Desde hace unas semanas descanso en el mangle, en la orilla del caño, mirando mi reflejo y pensando que ese otro yo quiere traspasar el agua y secarse lo pies.
          F. JaBieR

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