Recuerdos para días de lluvia / Memories for rainy days





Para esas personas, presentes o no, cuyos recuerdos me abrazan y me permiten ser más océano que orilla.


Recuerdo #1: La desconsiderada
Ya va una semana desde que empezó a llover sin dar tregua. Mi madre está sentada en una esquina de la casa, en un sillón de mecer, mirando por la ventana y proclamando: “¡Otro diluvio, ya Dios se jartó de nosotros!” Tal vez- digo para mis adentros, sabiendo que estoy harto de unos tantos y otros más. Recuerdo ayer cuando fui a la tienda por las medicinas de mi madre, una señora iba con su tropa de niños. Corrían por todas partes. Yo llevaba el pote de pastillas en la mano, leía el prospecto para saber cómo administrar los medicamentos a mi madre o para saber cuántas dosis debía auto medicarme los días de stress. La tropa de niños desorganizaba todo, gritaban, junto con los otros clientes que se comunicaban uno con otro entre el bullicio. La jefa de la tropa se volteó sin mirar, sin considerar a nadie, antepuso su necesidad a la de todos. Me empujó, con un pavo, con toda su carne pavada y sus plumas manchadas con marcas negras. Los medicamentos de mi madre, cayeron al suelo.

Recuerdo #2: Otra gente
El farmacéutico dijo que no podía reemplazarme las pastillas, que el plan no las cubría.  Le pregunté cuanto costaban las pastillas si las pagaba de mi bolsillo. Cuando me dijo el precio me mandé un buche de las pastillas recogidas a la boca, con todo y bacterias, con todo y los pisotones de la tropa de niños maleducados, con todo el mal sabor que me causó la señora cuando me dijo que Yo estaba en el medio. Recuerdo haberme llevado las pastillas así, sucias, llenas de ese afán que escupe la gente por comprar. Claro que esa gente no es como tú, porque es otra gente, porque esas son cosas que no haces tú.

Recuerdo #3: Reflexivo
Pasaba por el estacionamiento. Una multitud de gente con sus otras gentes, esos a los que llaman familia, discutiendo la cena de Acción de Gracias, que si faltaban bandejas, que si las papas majadas… Lo mismo de siempre, pero distinto, lo mismo que se repetirá para las fechas de Navidad y Año Nuevo. De eso estamos hechos supongo, de momentos que construimos para otros, de esos defectos que escondemos para poder dormir cada noche. Recuerdo ese momento en que vi a ese montón de gente empujando pavos por el estacionamiento. Por un momento sentí bochorno ajeno. ¿Cómo esas personas, que hace unos minutos se peleaban en la tienda por un pavo helado como los guevos de un esquimal, son capaces de mostrarse buenos y agradecidos para una actividad? ¿Qué pasa el resto de los días? Lo normal- me dijo mi madre cuando me subí al auto, “el resto de los días siguen viviendo con sus problemas, sus cosas y sus mierdas, sin tiempo para agradecer nada o ser bueno.  Eso no es ser genuino.”

Recuerdo #4 Encontronazo, “los buenos”

- ¿Entonces no se puede ser bueno siempre?
-NO. Pero si se puede ser genuino.
-No me convences mamá. ¿Entonces esto que es?
-Hipocresía.
- ¿En qué quedamos?
-Se puede ser bueno y malo, de vez en vez, pero constante, no siempre bueno, no siempre malo.
- ¿Y la consideración dónde queda?
-En el culo, mi hijo, en el culo.
Recuerdo cuando fui a salir del estacionamiento y dos autos que venían empezaron a regatear para ver quién se quedaba con el espacio que dejaba vacío. Ninguno de los dos quiso ceder, y yo no podía salir. En ese instante pensé en el momento en que esas dos personas iban a dar gracias. Se iban a sentar a la mesa, probablemente con su familia y se iban a ver amorosos y tiernos como para una postal o una foto de recuerdo de esas que meten en los marcos para vendértelos. Un recuerdo hermoso. Bueno, alguien tal vez lo vea así, yo solo veo un par de idiotas luchando a bocinazos por un estacionamiento.  

Recuerdo #5: La lágrima
Antes de llegar a casa tuve que detenerme en el centro comercial. A mi mamá se le habían roto los tenis, los de siempre, siempre fue costumbre en casa usarlos hasta que las suelas anduvieran solas. Allí otro tumulto. Niños pidiendo juguetes, padres comprando plástico para sustituir el tiempo. Dulce Navidad y en verano la diabetes. Conseguí los tenis para mi madre. Fui a pagar, mientras hacía la fila sentí que comenzaron a empujarme. La fila no avanzaba, pero los alientos me apretujaban.  Entonces otra cajera comenzó a cobrar: “en orden de fila pasen por esta caja”. Todos se pasaron en tumulto. Yo quise llorar, no por el turno de la fila, no era por eso. Recuerdo haber salido de la tienda triste, tal vez lloré, recuerdo la mano de mi madre acariciando mi mejilla húmeda.

Recuerdo #5: El aguante
Fuimos a casa de la familia. Todos reunidos. Cordiales. Hablando de sus vidas, de sus gustos, de las fiestas. Mi novia, mi papá y mi mamá hablaban, no sé de qué, pero creo que aquellas risas valían la pena. A mí me hablaba alguien, no recuerdo quien, luego de la primera media hora solo veía un rosto borroso y mi única respuesta era: “eso es así”, cosa que decía mi abuelo cuando su mente quería nadar y solo tenía a disposición un charco. Ese alguien habla habla hablahablahablahbalahabla….. Recuerdo. Solo recuerdo un vacío en alguna parte de mí. Tal vez todo yo era vacío. ¿A dónde fui? No lo recuerdo, pero pasé de boca en boca, como cigarro quemándose, como prostituta insatisfecha, como mujeriego inestable, como copa de vino sin añejar, como la ofrenda de la misa. Un rato para cada uno, para que estuviesen felices con mi presencia, sin estar con ellos de otra forma que no fuese física. Tal vez por eso nunca me han hecho sentido los velorios. Así estuve par de horas. Miré a mi alrededor, vi algo, alegría, no sé, no me lo creo; existe algo más, pero no lo conocen.

Recuerdo #6 El mejor recuerdo
A diferencia de otros años, nos quedamos en casa. Pensé en toda esa gente con sus acostumbrados pavos, con su acostumbrada buena actitud, con su acostumbrado ritual para fiestas: cumpleaños, bodas, quinceañeros, todo lo que se debe hacer por las leyes de la física, o de la costumbre, o porque otros lo hacen, o porque otros en otros tiempos lo hicieron. ¿Y qué hay de nosotros? ¿Qué hay de eso que nos hace tan originales? Aquella tarde, mi padre y yo movimos el sofá y lo colocamos frente a la ventana. Cuatro tazas de chocolate caliente hirvieron aquella noche, se nos hizo de noche sentados frente a la ventana. Durante un rato no dijimos nada, solo contemplamos la lluvia, la vimos caer y mojar todo. Mi tío llegó, con su esposa y mi prima y se unió a nuestra muy poco ortodoxa reunión. No teníamos ropa elegante, estábamos tirados en el piso, regados en el sofá, sentados en el escalón, muertos de risa, viviendo la vida. Recuerdo aquel momento que se dio a luz  sin gestar, sin preparar nada, solo nació de la espontaneidad misma.  Recuerdo que pasó más de una vez, todas las veces de forma inesperada.  Fue el séptimo día de lluvia consecutiva, lo recuerdo, recuerdo aquella hermosa lluvia, que nos dio una noche para sentarnos en la balconera de nuestro corazón para apalabrar momentos que cuando se recuerdan, se SIENTEN.
F. JaBieR

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