Vale la pena el viaje
El viaje más recurrente que hago es siempre hacia el mismo lugar. Por lo regular voy allá luego de que dejo en pausa la rutina diaria. La distancia desde mi cotidianidad hasta ese lugar frecuentado es de aproximadamente en 1 hora y treinta minutos. La primera hora tiene lugar en un desplazamiento por la autopista. Debo aclarar que al menos unos 20 minutos transcurren semi-detenidos en el ritual del “tapón” (congestión vehicular). ¡Así es! Muchas personas detenidas y peleando con lo irremediable de nuestro sistema de carreteras. Luego de la cansina espera el curso del viaje se desboca en un pueblo que sirve de colindancia a mi destino. Para alcanzar mi destino debo toparme al menos cuatro semáforos, que usualmente sonríen de rojo. Luego de sobrevivir los semáforos, que son bastante aburridos y agotadores, llego al pueblo que abraza el final del recorrido. Es alentador pero… ¡Sorpresa! Aún faltan treinta minutos para llegar a donde deseo ir. Por tanto lo pró