Huida
(Parte 4)
La gente del pueblo estaba desesperada, seguían
desapareciendo personas, personas cuyo fin era determinar el paradero del
exiliado Samuel. Angustia tampoco salía de su desespero, estaba segura de que
la foto que había encontrado Everina mientras recogían las herramientas antes
de irse, era la foto de la que Román le había hablado, por eso no se había ido
de la casa, Everina estaba esperando por su amor. Angustia estaba angustiada
por la inseguridad, si aquella no era la foto, lo más prudente era abandonar el
lugar lo antes posible. A escondidas de su hermana tomó la cámara instantánea
junto con la foto y la llevó con ella para mostrársela a Román. La pasó a
escondidas por todo el mercado hasta que vio a Román, con mucho secreto y
misterio se encerraron. << ¡Guarda eso! ¿Quieres que nos maten? Muéstrame
la foto.>> Angustia buscó la foto entre sus ropas, pero no la encontró.
Era momento de regresar a la casa, se hablaba en las esquinas de un instrumento
capaz de capturar el tiempo y fijarlo eternamente. Román acompañó a Angustia a
la salida y para sorpresa de ambos, los guardias de la corte estaban allí,
acusando a Angustia de brujería y a Román por complicidad y secuestro. Román
hizo frente a la fuerza para que Angustia tuviese tiempo de escapar. Una mujer
gritó desde lejos: <<ahí va la mujer a la que se le cayó el tiempo
eterno>>. Angustia corrió con todas sus fuerzas y se perdió en el bosque.
Angustia llegó a la casa, empacó sus pertenencias y las
de Everina, quien insistía en quedarse y esperar a Samuel. Los soldados no
dieron con el paradero de Angustia, por eso y por negarse a decir palabra,
Román murió decapitado justo con la puesta de sol más rojiza de la historia, el
secreto y la amistad con Samuel quedó bien guardado en el aire de sus pulmones.
Everina se impuso a Angustia, estaba segura de que si se
quedaban allí nadie las iba a encontrar. Angustia estaba intranquila por su
hermana, una bruja enferma de amor. Angustia aceptó quedarse, pero dejó de dormir,
de comer, de hacer algo por sentirse viva, por sentirse acomodada en el tiempo,
lo único que hacía y sin quererlo, era preocuparse.
En un corto tiempo hizo que Everina perdiera el control,
discutieron desde la madrugada hasta el mediodía, todos los días, hasta que la
flama de la cocina ardió, ardió intensamente por primera vez. Una lengua
ardiente lamió la madera, e hizo correr la combustión por todo el esqueleto
apolillado de la casa. Casi en segundos, la casa se había chamuscado, solo se
escuchaban el trillar de las polillas que se cocinaban a toda prisa. La casa crujió por todas partes.
Everina corrió a hacia las flamas, había algo que tenía
que recuperar, pero no pudo, ni su magia detuvo la rabia de aquel fuego que
olía a cenizas viejas. Cuando Everina se dio la vuelta para irse de allí
encontró a Angustia ensangrentada y llorando. Nunca tuvieron la conversación
que estaba pendiente acerca del jardín. << ¿Cómo no me lo
dijiste?>> La casa se consumió junto con todo, junto con el jardín lleno
de tallos blancos largos como huesos, de flores rudimentarias con forma de
cráneo. Un cementerio de cenizas de polillas y madera remojada en sangre con
tonalidades de clorofila, solo eso quedó. Las hermanas huyeron a toda prisa,
sabían que el fuego y la humareda las había delatado. Ambas se alejaban de la
casa, Angustia llevaba el alma rota y la ropa manchada con la sangre de las
flores del jardín.
F. JaBieR
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