La caca / The poop




En el Museo Británico, a la luz de un hermoso amanecer, una caca abrió sus ojos al mundo. Estaba allí, plantada sobre el escalón, con su tono marrón húmedo de cara al cielo. Los empleados del museo se percataron de su presencia antes de abrir las puertas, pero para cuando salieron a limpiarla, ya estaba acordonada, separada del público como un criminal o una obra de arte. Parece increíble que cosas así sucedan en pleno siglo XXI. Nadie sabía quién era el dueño o dueña de aquella caca, por lo tanto, se procedió a una práctica detectivesca que tomó varias horas y cuyo único fin era identificar al responsable. Lo primero que se hizo fue revisar las cámaras de seguridad, las cuales no sirvieron de nada. Con la primera fuente de evidencia descartada, expertos tomaron pequeñas muestras y las examinaron en el laboratorio para determinar la procedencia. Esto tampoco dio resultados. Con el paso del tiempo trataron de todo para dar con el responsable o el cagón, trataron desde tecnologías avanzadas hasta las acciones más prosaicas. Al cabo de un rato las personas estaban organizadas en fila para poder oler la caca, con el fin de poder reconocer alguna particularidad en la esencia del aroma que brindara alguna pista.

Cada vez la multitud se expandía, cada vez más personas se aglomeraban alrededor de la caca, la observaban, la veían allí, apreciaban aquel mojón regordete recostado sobre el escalón. Hay algunos que juran haberle visto hasta brazos que se extendían diciendo “papá”. Pero nadie se hizo responsable de aquella atracción turística del siglo XXII, totalmente postmodernista. La conmoción de la gente fue tan grande que la noticia corrió más rápido que un chisme, quizás por lo curioso del caso o tal vez por lo inexplicable de la situación.  A tal punto que la noticia llegó a la reina y esta decidió ir a verla en persona. Cuando la tuvo frente a frente se sorprendió. No esperaba una caca tan limpia, tan bien acomodada, como una estiba de heno cercada en un redondel perfecto, parecía una caca de la realeza. Así que para acabar con el asunto la reina se adjudicó la caca, en referencia, la cagada completa. Por un momento, tal vez por algunos segundos, las personas recordaron que la reina tenia culo y necesitaba ir al baño, algunos hasta rieron al imaginarla en pleno acto de evacuación, con sus finas pantaletas bajo la rodilla, con cara de estreñimiento o lo contrario. Rápido, cuando todos retomaron la ficción, la caca fue llevada con cuidado al museo, donde fue preservada y donde se le brindó trasfondo artístico y análisis históricos de coyunturas monárquicas liberales. La caca pasó de bastarda a hija de la realeza, se convirtió en un acto de rebeldía anti sistema, en un emblema de cambio, en un signo del quebrantamiento de los esquemas. En definitiva, toda una obra de arte.
F. JaBieR

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