Horror night
Cuando la noche se hizo obscura, la criatura salió. No
tenía ojos, pero veía. No tenía pulmones, pero podías escucharla respirar. Yo
estaba aferrado a la esquina de la cama. Sabía que la criatura esperaba mi
sueño. Y su corazón era mi desvelo. Cada noche. Escuchaba los latidos zumbar
bajo mi cama. A veces, cuando el sueño terminaba por vencerme, despertaba y la
sábana estaba en el suelo, desgarrada. Cada día era más aterrador que el anterior.
El miedo me carcomía. Sin poder hacer nada. Nadie me creía, nadie nunca me
creyó lo que pasó aquella aterradora y esquizofrénica noche. La lluvia no
cesaba. La luz de los rayos alumbraba mi habitación por segundos. Estaba todo
obscuro, excepto por los escasos segundos.
Una vez más sentí los latidos bajo la cama. Los corazones latían a la
par. El mío de miedo, el de él de ansias. Sentía que algo se agazapaba bajo mi
cama. Se alistaba para atacar. Yo, lleno de miedo, me enroscaba en la esquina,
lejos de la orilla de la cama. Poco a poco, la sábana se fue halando. La agarré
con mis manos para detenerla, para arroparme y esconderme a esperar mi destino.
Aun así, perdí la sábana cuando cayó al piso. Subiendo despacio por el borde de la cama, vi
una mano. Una garra. Unas uñas largas y siniestras que pretendían desgarrar aquello
que tuvieran en frente. Yo estaba en frente. La criatura se incorporó en su
cuerpo deforme. Me miró con la cuenca vacía de sus ojos. Vi mi propio miedo en
aquel obscuro vacío. Escuché el masculla de sus dientes. Estaba listo y se
acercaba, respirando aire caliente que no salía de su deforme pecho. Acercó sus
dientes negros a mi rostro. Él no tenía aliento. Aun así, escuchaba el zumbido de
su corazón. Entonces me atacó, pero antes cayó al suelo. En mi mano aun
sostenía sus entrañas, las cosas que le quedaban. Me agaché y comencé a
masticar, poco a poco, hasta que no quedó nada. Ni siquiera una razón para
creerme.
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