El clavel seco
Es un día de esos en que suelo pensar hoy va a ser el día menos pensado. Acabo de salir a la calle, no sin antes guardar ese pequeño
secreto que hace algún tiempo llevo en un recoveco del corazón. Bien perfumado
evito que el olor de mi secreto despierte curiosidad, mi empaque de
normalidad es el camuflaje perfecto para
aquellos curiosos que mi secreto quieren saber. Sin perder más tiempo en
detalles camino hacia la floristería,
visto que pronto es el día del
amor y la amistad, veo por todas las calles miles de corazones rojos, regalos, chocolates, peluches…
No puedo evitar pensar que la mayoría de
estos terminarán en la basura junto a unos maltrechos sueños que morirán locos de sombra en la arena. Es así como se cuela en mi mente una pregunta: ¿Qué
flor debo comprar? Entro a la floristería, estaba abarrotada de amores
inocentes de esos que olvidan que en las
floristerías a las rosas les cortan las espinas antes de venderlas. Me aflijo un
poco por su inocencia, penoso es ignorar que las espinas son la parte
despierta de una flor que besa con sus pétalos
dormidos. Rosas, lirios, azucenas y todo
tipo de arreglos florales transformaban sus tiernas hojas en raudos dólares verdes que hacían alegre al
dueño de la floristería. Yo paseo entre las muchas flores, justo llego
frente a los cactus y me digo: debería yo crear el día de la suegra, sería millonario vendiendo ejemplares como estos. Solo me lo imagino, una
sonrisa fugaz ilumina mi rostro. Debo cumplir con mi cometido y buscar una flor
perfecta que sea adorno fiel de mi
secreto.
No
encontré ninguna flor que me fuera útil. De regreso a casa veo como las joyerías están vendiendo muestras de amor recién
fundidas. No es buena idea comprar algún
anillo cuando el amor es secreto, distante e indiferente. Dejo todo atrás y llego a mi casa. Miro al patio desde la ventana pensando como
regalar un te amo que pase inadvertido, un te amo silencioso, de esos que dicen más de lo que deben. No quiero ser evidente, no quiero alborotar nuestra indiferencia. Miro y justo a mi lado veo en un tiesto un clavel seco. No pude evitarlo y sentí pena por sus tristes males.
En ese mismo momento lo tomé
entre mis manos y lo llevé al jardín de su patio. Me saludó como siempre sin rastro de duda o
sospecha. Le pregunté si podía sembrar aquel
clavel en alguna parte de su jardín, le dije que el día que floreciera iba a ser hermoso y por eso quería regalárselo. No iba a darme un no por respuesta, de eso ambos estábamos seguros. Me
dijo que debía salir un momento.
Cuando se marchó vi en su jardín
dos rosales. Estaban uno junto al otro, pero ni
una hoja se tocaban. Eran
revestidos de una indiferente cercanía.
Comienzo a cavar un hueco entre la sombra que hacían los dos rosales. No puedo negar que me dejó sorprendido,
porque al cavar descubrí que sus raíces
estaban trenzadas locamente. Ese era el
secreto de su hermosa cercanía, un amor verdadero, profundo y discreto. Aquí de rodillas me digo qué ensueño más hermoso se descubriría si alguien cavara un hueco
entre tú y yo.
Excelente relato, muy bien ambientado y con un mensaje franco y sincero sobre estos dias tan particulares. me ha gustado y por supuesto comparto
ResponderBorrarMuchas gracias por todos tus comentarios y por visitar mi blog, es un honor.
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