Y le temía a la obscuridad…



Había monstruos bajo mi cama, salían en las noches y me halaban los pies, se enredaban en mis sábanas y me hacían llorar. Una noche se mudaron al armario y me miraban a través de  las rendijas, querían comerme y se relamían sus labios con la lengua. Un día mi madre subió al cuarto conmigo y me dijo: ¿Ves la lámpara, ves tus juguetes, tu almohada? Míralos bien porque voy a apagar la luz. Entonces apagó la luz.
- ¿Ahora qué ves?
- Nada.
-Voy a prender la luz y vas a ver que todo sigue estando en su lugar, exactamente como lo viste la primera vez. – Encendió la luz y la apagó varias veces mientras me decía que las cosas en la obscuridad eran las mismas, que no había nada nuevo en la obscuridad. Yo le creí, y con el pasar de los años comprendí que era cierto, cuando las luces se apagan sigue habiendo lo mismo que había cuando estaba la claridad. Le agradezco mucho esa lección, porque a veces en la vida se apaga la luz y no hay forma de encenderla. Es entonces que recuerdo lo que me enseñó mi madre y me digo: puedes seguir adelante porque  ya no hay monstruos bajo la cama y tú,  ya no le temes a la obscuridad.

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