Buena Malicia: Competencia



No lo puedo creer, habían pasado dos semanas y yo no había llamado a Raquel, la noche en que encontré  su número me quedé dormido y cuando desperté solo veía colgando de una silla el  sostén de Elizabeth, que sobresalía de las botellas de alcohol que aun me traían medio mareado.  No sé porque rayos dejó el sostén, con lo mal que la traté aquella noche. Lo que sí, es que estas dos semanas han sido horribles, primero porque sigo pensando en Raquel, segundo porque me da vergüenza ir al doctor  y encontrarme con Elizabeth y tercero estoy dudando de mí. Jamás había dudado en llamar a una mujer que me gusta, solo marcaba su número y con algunos piropos la tenía  en mi cama. Con Raquel no puedo hacerlo, solo pensar que me va a contestar, me tiemblan las manos.  Pero yo no me doy por vencido, ahora mismo estoy en el recibidor de la torre médica, pensando en cómo evitar mi desastre. Además en este tiempo no he tenido nada de sexo y dos semanas para un tipo como yo es algo insólito y debo resolverlo. 

Por eso esta mañana decidí ir a ver a Raquel, ella es la mujer perfecta para mí y no me voy a rendir, hasta que al menos tengamos una cita. Llegué a las 7:30am, a esa hora empieza la pasarela de bellas secretarias, todas y cada una de ellas desfilan a destiempo y van abordando el elevador, cada una tan sensual que despiertan en mi los instintos más salvajes, sentidos que se aplastan con el simple recuerdo de la sonrisa irónica de Raquel. Mientras las hermosuras sensuales iban llegando,  yo esperaba afuera sentado, deseando no encontrarme por nada en el mundo a Elizabeth, me aseguré de que no estuviese por el área. Parecía un psicópata, miraba a todos lados como si me hubiesen amenazado de muerte. Entro al elevador cabizbajo y noto unos tacones altos, seguidos por unas piernas contorneadas, que terminaban en unas caderas voluptuosas que sujetaban el firme abdomen donde colgaban unos pechos que te seducían la vista hasta llegar al rostro trigueño de…. Mierda... Elizabeth.  Mi cara se puso más roja que una langosta recién hecha. En ese momento deseé que me tragara la tierra  y que ese elevador no se detuviera por nada del mundo.

-Toc, toc, toc, toc- era el sonido que hacía el tacón de Elizabeth, ese sonido que en otra ocasión me hubiese dado 100 razones para enamorarla, hoy me ponía las piernas a temblar. Sé que no me quitaba la vista de encima y yo sé que estoy irresistible, pero siento que es una mirada atacante. No me explico que me pasa, si siempre he sido un Don Juan por naturaleza, en circuntancias normales ya la ubiese convencido de que me perdonara y tuviesemos una cita que culminaria en una noche de amor, salvaje y apasionado. Ahora mismo siquiera puedo reaccionar. 

-Supongo que ya te enteraste y por eso estás aquí. – Me dijo Elizabeth.

- Eh… ¿De que se supone que me haya enterado?

-Nada. Al fin y al cabo un cerdo como tú no merece mi ayuda. La verdad no sé ni porqué siento pena por ti, pero te lo voy a decir, todo el mundo en este edificio sabe de él.

-¿De quién?  Ah, por cierto dejaste esto la otra noche.

-Imbécil, dame mi sostén y calla, porque me están disminuyendo las ganas de hacer el acto de buena fe y me están aumentando las ganas de darte una golpiza.  Lo que pasa  es que hace una semana llegó a este edificio un hombre que está bien bueno como tú. Se llama Hiram y dicen las demás secretarias que es un caballero, un galán y que está conquistando a todas las secretarias en orden de piso y Raquel está en el piso 3 y el sexy  de Hiram va terminando el 2do. ¡Ya estoy deseando que llegue al quinto!

-¿Cómo sabes que me gusta Raquel?

- A todos les gusta, debe ser porque es imposible, todos han tratado de seducirla pero ninguno ha podido. Además de lo obvio, fea no es. Es la envidia de todas la secretarias, tiene el mejor trabajo, trabaja con el doctor más guapo y menos viejo y es la más dinero que gana. Que no te engañe su sencillez, ella tiene mucho dinero, lo que pasa es que no lo aparenta, porque dice que está buscando un hombre que la ame por lo que es.... Y todo ese discurso.

El elevador llegó al piso de Elizabeth, muy elegante salió y me dijo:

-Creo que tendremos la primera competencia de cerdos en este edificio y le voy al cerdo nuevo, porque tú ya no tienes remedio. 

-¡Estas rica!… - No pude evitar gritarle eso, por suerte las puertas del elevador interrumpieron mi voz y me evitaron un buen y merecido golpe.  Ahora tengo un gran problema, hay un hombre que quiere conquistar a mi secretaria, no tengo idea de quién es o como luce, podría ser cualquiera en este lugar y yo sigo aquí sentado intentando averiguar quién es. Llevo horas pensando en su apariencia, me remuerde la única idea de que pueda ser más atractivo que yo y que pueda conquistar a la mujer que por primera vez me ha hecho ser distinto. Ha pasado el tiempo y Raquel sigue a dos pisos de mis mejores ganas de tocarla. No es así, escucho un tacón fino que marca un paso elegante. Es ella que se dirige a la puerta trasera del hospital. Está hermosa, le dice adiós al guardia. No debo perderla de vista, un auto se acerca para recogerla, el guardia me dice que esta salida es solo para empledos del hospital. Se coloca frente a mi y no me deja pasar, un hombre se baja del auto, le da un beso a Raquel en la mejilla muy cerca de los labios. Empujo al guardia de seguridad y salgo a la calle, en el fondo oigo los insultos que me grita el guardia, Gonzalo, eso decía en su gafete. Estoy detenido justo en la acera, viendo como se aleja la hermosa Raquel en el auto de aquel hombre. Por un segundo me doy por vencido. Estoy seguro de que ese debe ser Hiram, el hombre guapo que está conquistando a las secretarias. Es el hombre más elegante y atractivo que he visto pasar por aquí en todo el día, por su forma de vestir se nota que es un conquistador. Además tiene dinero porque no todo el mundo puede guiar un Ferrari por las calles de esta cuidad.  Debo seguirla me dije, intento entrar y el tal Gonzalo no me deja, abre un poco la puerta y me dice que no voy a pasar.
-Gonzalo por favor, ella es la chica de mis sueños y debo  llegar hasta mi auto.
- Da la vuelta y sal por el otro lado.
- Está bien, está bien. Pero dime ¿Tú conoces el tipo que saludó a Raquel?
- Si, se llama Hiram y si no te largas de aquí llamaré a la policía para que te detengan. 
No terminé de escuchar lo que decía, de seguro ya Hiram le había hecho algunos piropos a Raquel, ahora le hará preguntas de las cosas que a ella le interesan y cuando menos se lo espere.... Debo evitarlo. Tengo tiempo de llegar, hay que salir del estacionamiento por la parte de atrás y pagar el boleto. Llegó a mi auto, veo que el auto donde va Raquel está a pundo de salir del estacionamiento, acelero. Estoy a punto de alcanzarla... ¡Mierda que los mato! Tuve que frenar mi auto inesperadamente, estuve a punto de matar a alguien, no se que me pasa estoy descontrolado, obsecionado y diciéndome que si no hubiese sido por ese idiota que iba con dos mujeres, yo hubiese podido alcanzar a Raquel, ahora tendré que esperar a mañana.




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