La carrera



Era la competencia más importante en Terrio. Todos los atletas de la cuidad estaban allí.  Desde un podio el alcalde decía: “Lo importante de esta competencia es llegar a la meta. ¡El primero que llegue, será el campeón!”  Todos los atletas se acomodaron en la línea de partida.  Se formaron dos filas, en la primera de ellas se colocaron los corredores de mayor edad y en la segunda los más jóvenes.  Cerca del podio y lejos de la pista, estaba la mesa de apuestas. Todos los ciudadanos, excepto uno, pusieron su dinero bajo el nombre de Jake.  Este atleta  era la esperanza de Terrio, era el más talentoso, el más esbelto, el más ejercitado y el más preparado.  Todos querían que Jake ganara, su victoria sería el pase de Terrio a las carreras nacionales.  


Los competidores se preparaban para salir. ¡En sus marcas, listos, fuera! Una manada de pisadas sacudió el polvorín del camino.  Jake de inmediato tomó la delantera, los demás jóvenes seguían sus pasos y los mayores se habían quedado atrás. A espaldas de todos los corredores, detenido aún en la meta, estaba David. Un hombre le hacía señales para que corriera y de un instante a otro, David, se echó a correr. Su velocidad no fue impresionante pero  era un buen contrincante. Aunque hubiese sido mejor que saliera en la dirección correcta.  Mientras Jake se mantenía a la delantera de los corredores,  los espectadores le gritaban a David que iba en sentido contrario. Sin embargo, David seguía adelante, perdiéndose en la lejanía.


          La carrera, se estimaba, tendría una duración de 15 a 20 minutos. Durante los primeros 5 minutos, la gente olvidó a Jake. Todos murmuraban y se preguntaban qué le pasaba a aquel joven que corrió en la dirección contraria.  10 minutos más tardes, las vistas se fijaban en la línea de llegada, todos esperaban la llegada de Jake en primer lugar.  Dos minutos más tarde, una silueta delgada se aproximaba a la línea de partida.  Era David. Tras él, venía el grupo de los atletas mayores, que se esforzaba por alcanzarlo. Tras el grupo de los mayores, estaban los corredores más jóvenes e inexplicablemente Jake, había quedado a lo último y  hacía su más grande esfuerzo por colocarse nuevamente en la delantera.  Jake estaba desesperado, rebasaba y empujaba a todos los corredores que iban frente a él. A David le gritaba: “no puedes ganar, eres el hazme reír de la cuidad, te voy a alcanzar”. David seguía el camino hacia la línea de salida, la cual se había convertido en meta.  Jake se colocó a la cabeza del grupo corredor, solo unos metros lo separaban de David.  Jake corría con todas sus fuerza, David volteó la cabeza y vio como Jake se acercaba. Con un suspiro profundo apretó el paso y sacando la delantera llegó a la meta.


          Los espectadores se quedaron sorprendidos, no se explicaban qué había sucedido.  El Acalde, un poco en “shock”, nombró a David ganador de la carrera.  Todos enfurecieron, nadie estaba de acuerdo con ese acontecimiento. El disgusto fue tal que intentaron impedir que le dieran la medalla de ganador. Si no hubiese sido por el padre de David, todo  se hubiese vuelto un caos.  Cuando el padre de David salió de recoger sus ganancias de la apuesta, subió al podio.


-Cuidadanos de Terrio, mi hijo ha ganado esta carrera honestamente y Jake, aunque hubiese llegado antes que mi hijo, no iba a ser ganador.  David, mi hijo, llegó primero por una razón muy simple. Cuando se cruzó con los demás corredores a media carrera, todos intentaron decirle al igual que ustedes,  que iba en una dirección que no era. Como David es sordo, siguió su carrera.


- Y todos los demás nos fuimos tras él, para decirle que estaba mal. – Dijo Jake. -  Olvidamos nuestra carrera y el ganó. A su manera, David fue el único que completó la carrera. Todos los demás viramos desde la mitad. No notamos  que David corría por su propio camino.

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